jueves, 29 de diciembre de 2011

LAS VIDAS DE JULIO

LAS NOTICIAS DE LA TELE 
Julio se encontraba muy cansado, el día había sido bastante duro en el trabajo. Los ojos le hervían. Decidió tumbarse en el sofá del salón un rato. Se quedó dormido. Despertó y miró el reloj. Dos horas. No había estado nada mal la siesta. Pensó que, antes de levantarse, le vendría bien ver unos minutos la televisión. El mando lo tenía sobre la mesa baja. Alargó el brazo y encendió el televisor. Los títulos del Telediario dieron paso a los presentadores. No podía creerlo. ¿Aún seguía soñando? Abrió y cerró los ojos varias veces. Pero, ahí estaban, hablando de las noticias de la jornada. El 1 llevaba una corbata de color claro con dibujitos que también parecían números. Explicaba lo que había sucedido hoy con la prima de riesgo. A su lado, el 2, rodeado su cuello de cisne por un collar de perlas, asentía y, de vez en cuando, apoyaba con un comentario la exposición de su compañero. No pudo incorporarse del sofá, ni dejar de prestar atención a las noticias. Euro, crisis, paro juvenil, Alemania, Europa. Más números volvieron a salir por la pantalla. Otros presentadores, los corresponsales, las personas anónimas de los reportajes. Todos eran números. El 1, el 2, el 3, el 4. Hasta el 9. Se fijó en la vestimenta, los pares llevaban ropas femeninas y los impares, masculinas. Se incorporó, atolondrado. Dio un par de vueltas por la casa y volvió al salón. Los números continuaban hablando en la tele. Se dirigió al ventanal y levantó las persianas para mirar hacia el exterior, hacia la calle. Las farolas le dejaron ver las escasas figuras que paseaban por la acera. El 3 y el 4, cogidos de la mano, iban calle arriba. Un 8 pequeño les precedía y no dejaba de saltar. Bajó la persiana, echó las cortinas y apagó la televisión. Miró sus manos, sus piernas, su cuerpo. Fue al espejo del baño y contempló su rostro, su piel. Era él, se reconocía. Corrió hacia el dormitorio y puso la radio. Las fusiones bancarias, la inflación, los países emergentes. Al buscar su mano el transistor sobre la mesilla, tropezó con la foto de su graduación que descansaba sobre ella. Cayó al suelo. Se agachó y, al recogerla, vio, con pavor, un joven 5 con birrete y toga que sonreía.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

MI BLOG ES A IMPACTO CERO

UNA INICIATIVA QUE NO DEBÉIS PASAR DE LARGO



¿Que valor tiene ser “carbon neutral” ?
Es el sueño de la ecología y es el medio para eliminar el dióxido de carbono que se produce.
¿Cómo? ¡Plantando árboles en el mundo!          
Reequilibra el CO2 producido por tu blog (o sitio): ¡Participa!Planta un árbol de forma gratuita y convierte tu blog en “carbon neutral”          
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Nuestro trabajo es el de transformar los catálogos de papel en catálogos digitales, lo cual sirve para ahorrar papel y para acabar con la deforestación. El objetivo con este proyecto es el de plantar nuevos árboles.

 

martes, 27 de diciembre de 2011

MIS LECTURAS Y MÁS COSITAS

Quiero recomendaros que os paséis por el blog MIS LECTURAS Y MÁS COSITAS. En el poco tiempo que llevo en este mundo bloguero es uno de los que más me ha llamado la atención desde el principio. Sus comentarios sobre los libros que ha leído, la poesía escogida y... muchas más cositas. Enhorabuena por tu blog, Margari. ¡No dejéis de pinchar en el enlace!

viernes, 23 de diciembre de 2011

LAS VIDAS DE JULIO

¡FELIZ NAVIDAD!

De las ramas de los árboles cuelgan bolas navideñas de diversos colores. También cuelgan multitud de botas rojas, de Papá Noel. Estrellas, brillantes, de diferentes tamaños, coronan sus copas. Y están iluminados por un sinfín de variopintas luces que se encienden y se apagan alternativamente. La calle está ocupada, únicamente,  por muñecos de nieve. Pequeños, medianos, grandes. Julio juraría que aquel camión lo conduce un muñeco helado. Sí, distingue perfectamente su nariz de zanahoria, su bufanda rodeando el cuello, bueno, más que el cuello la unión entre la enorme bola nevada que forma su cuerpo y la más pequeña, mucho más pequeña, que quiere ser su cabeza, tocada por un sombrero de copa. Dos botones negros hacen de ojos y un alargado gajo de naranja dibuja una sonrisa. Mire donde mire, al coche que acaba de aparcar a su lado, al frutero, a la señora que está a punto de cruzar la calle en cuanto el semáforo cambie de color, no ve a ninguna persona como él, de carne y hueso. Acaba de saludarle el vecino del quinto, se acaban de cruzar y lo ha conocido por la voz, una voz inconfundible, de tenor. También es un muñeco de nieve. Los villancicos inundan el viciado aire de la ciudad, de los portales entran y salen monigotes blancos tocando de mejor o peor manera navideñas panderetas, las verticales de los edificios se llenan de trepadores Reyes Magos. Sabe por qué él es el único. Y también sabe que no tardará mucho en sentir sus dedos helados, en notar que su cuerpo irá también helándose, y ensanchándose, poco a poco. Y sus ojos azules irán tiñéndose de un color negro uniforme. Redondeándose. Ya está aquí. La nariz se va afilando, hacia el frente. Sus ojos pueden ver ya su color zanahoria y su tacto reconoce la rugosidad de su piel. Se abandona, nunca podrá ganar esta batalla. Y decide, de nuevo, disfrutar de esta epidemia que, un año más, conquista la ciudad.

jueves, 15 de diciembre de 2011

LAS VIDAS DE JULIO

HACIA EL AZUL

El sol le obligó a desviar la vista sobre las gastadas losetas de la acera. Terminaba de despuntar por el edificio del final de la avenida y sus ojos no pudieron soportarlo. Buscó las gafas de cristal oscuro en su bolso. Antes de colocárselas contempló todo el cielo que le dejaba ver la ciudad. Azul, sin una nube que lo alterase. Se puso las gafas y una mínima gota de agua alteró la visión de su ojo izquierdo. Pensó que algún vecino descuidado regaba sus plantas sin reparar en los que a esas horas de la mañana buscaban el transporte que les llevase a sus trabajos. Como él. Agarró las gafas entre las manos, quitándoselas, y levantó la vista hacia las ventanas. Vio a la mujer que colocaba una tela de color negro sobre el alféizar de la ventana y vio cómo una  ráfaga de viento la hacía ondear. Mientras secaba el cristal de su gafa comenzó a notar que las gotas iban en aumento hasta convertirse en una fina lluvia. Ni una nube cubría el azul celeste. Aparecieron en las ventanas de la avenida más telas negras. A un lado y a otro. Mujeres con semblante grave las colocaban y desparecían. La lluvia arreció a la vez que su confusión. Fue cuando la pareja apareció en la acera. Acababan de doblar la esquina bastantes metros más allá. Él, sujetaba con fuerza la mano de ella. No pudo distinguir bien sus rostros, pero el de ella lo estremeció. Al ir acercándose consiguió ver con mayor nitidez las lágrimas que mojaban las mejillas de ella y que se mezclaban con las gotas de lluvia. El autobús aparcó en la parada. Era su línea. Apretó el paso. Ellos también. Se encontraron bajo la marquesina. La desafiante mirada del hombre le hizo volver la vista hacia la de la mujer, hacia los ojos que buscaban las telas negras prendidas en las ventanas. Ocurrió todo en un instante. El hombre subió al autobús, ella se desprendió de su mano y puso el pie sobre el peldaño, Julio, detrás, la agarró de la cintura y la devolvió a la acera. El autobús cerró las puertas y emprendió la marcha.  La desafiante mirada del hombre se perdió tras el cristal, avenida arriba. La mujer miró a Julio, sonrió y dirigió la vista de nuevo hacia las negras telas que se desprendían de los alféizares elevándose hasta desaparecer en el azul. La lluvia cesó. Ella se perdió por la esquina que cortaba la avenida. Julio miró el panel de la parada del autobús. En cinco minutos vendría el siguiente. Se sentó a esperarlo.

sábado, 10 de diciembre de 2011

LAS VIDAS DE JULIO

HOY, 10 DE DICIEMBRE, DÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Julio subió al autobús. Le extrañó ser el único viajero. Todos los días, a esas horas, se encontraba con la chica rubia y muy delgada del auricular blanco en su oreja derecha, con el chico de la cazadora marrón que no la quitaba ojo de encima o con la madre y la hija que, sentada a su lado, recostaba la cabeza sobre su hombro hasta que se quedaba dormida. Sin embargo, esta mañana, cuando el autobús arrancó, él era el único viajero. Le gustaba sentarse en los asientos del final. En las dos primeras paradas tampoco subió nadie. En la tercera, el autobús abrió las puertas y vio cómo subía un niño, de unos nueve años, abrigado por unos sucios andrajos. Una piel aún más sucia recubría, aunque apenas ocultaba, su esquelético rostro. Se colocó en los primeros asientos. El autobús paró de nuevo para dejar subir a una mujer completamente vestida de negro. Incluso la cabeza la llevaba oculta por una capucha negra que no dejaba ver sus facciones, ni sus ojos, ni un centímetro de su piel. Se acomodó al lado del niño. Julio miró a través de la ventanilla a la gente que se dirigía por las aceras, con rutinaria normalidad, a sus trabajos. Una sensación de angustia se fue apoderando de él. El siguiente en subir fue un hombre al que una mordaza aprisionaba la boca. Advirtió que una gruesa cuerda unía sus muñecas. Se sentó al lado del niño y de la mujer. Julio miró para otro lado. Instantes después, pulsó el timbre. Al estacionarse el autobús en la siguiente parada, con sigilo, se apeó de él. Y se perdió entre la gente que poblaba las aceras.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

LAS VIDAS DE JULIO

ESTACIÓN DE CERCANÍAS
Acelera el paso mientras el sonido del tren se acerca a la estación. El andén está repleto. Las puertas se abren y nadie sube. "¿Qué pasa? Están hoy sin ganas de ir a trabajar, por lo que veo. ¡Perdón, perdón!” La chica de cabellos rizados se mueve hacia un lado para dejarlo pasar. “¡Qué mirada tan rara me ha echado! Pues el vagón no va tan lleno como para que se esperen al siguiente tren. Y no suben… ¡Ellos sabrán!” Sortea brazos conectados a variados aparatos electrónicos (móviles, tabletas, libros electrónicos) y se coloca frente a un hombre que está sentado manejando los dedos a velocidad supersónica sobre la brillante pantalla. El tren se pone en marcha. Echa un vistazo a su alrededor. “Hoy debe de ser el día de la electrónica, creo que soy el único que no va jugando con un cacharrito de esos. ¡Joder!, cómo les brilla la piel, parece que cada poro es un led”. El hombre sentado enfrente de él va perdiendo color. Julio se frota los ojos. “Cada día me lloran más por la mañana”. No son sus ojos, es ese hombre que, por momentos, parece que se evapora, desaparece, aparece y, por fin, el asiento se queda vacío. “¿Nadie se mosquea? ¿Solo lo he visto yo?” Los demás siguen atentos a sus pantallas: una película, un video-clip, las palabras finales de un último capítulo. No sabe qué hacer. Se sienta. El silencio del vagón se convierte por momentos en un guirigay que no alcanza a comprender. Los mira y ve que ni siquiera abren la boca, están todos callados. Los gritos, cada vez más desesperados, siguen llegando a sus oídos. Entonces, ellos, se apagan, se encienden, desaparecen, aparecen y, por fin, se ve sentado entre las vías del tren mientras la multitud congregada en el andén le chilla. Una potente luz se acerca hacia él. De un salto, se pone en pie y atraviesa las vías. Y, de otro, se arroja sobre el pavimento del andén. Tumbado, boca arriba, mira al techo mientras el tren se detiene en la estación.

viernes, 2 de diciembre de 2011

LA ROSA ROJA

LA ROSA ROJA  


Colocó con cuidado el bote de mermelada de frambuesa en la parte derecha de la nevera, en la bandeja donde ella sabría encontrarlo. Cerró despacio, para no hacer ruido, aunque sabía que estaba solo en casa y nadie podría oírle. Como todas las mañanas de martes desde hace… ¿cinco años? Sí, ¡cinco años! Ayer hizo cinco años del primer martes. Y no había comprado la rosa que, desde el primer aniversario, colocaba en el jarroncito de la entrada, sobre la repisa de cristal ahumado del mueble, con ese horrible espejo, del recibidor. ¿Cómo he podido olvidarme? Miró el reloj. Las once y media. Se tranquilizó. Aún disponía de dos horas hasta que ella llegase. Bajó a la floristería, dos calles más arriba, camino de la Gran Avenida. Recordó lo nervioso que entró a la tienda aquel día pensando que estaba demasiado cerca de la casa, y que el dependiente podría incluso vivir en el mismo edificio. O quizá en la puerta de al lado. Nunca había coincidido con el vecino de la puerta de al lado. Pero ya era demasiado tarde, se encontraba allí, enfrente del mostrador, comprando una rosa roja.
-¿Quiere acompañar la flor con algún mensaje? Tenemos unos sobres preciosos.
-No, gracias, muchas gracias.
Tres años más repitió el mismo paseo. Y hoy, a punto había estado de no ser así.
- Aquí tiene, su rosa.
-Gracias, muchas gracias. Hasta el año que viene.
-Hasta el año que viene.
Subió las escaleras aprisa. Le pesaban los escalones y debía aguardar a recuperar el resuello en cada descansillo. El ascensor se lo había prohibido. Por si alguna vecina preguntaba más de la cuenta.
-Qué rosa tan bonita. Está enamorado ¿Verdad?
Desde el segundo piso le había acompañado la imagen de aquella mañana. Subía al quinto piso para entregar una carta certificada. Llegó al cuarto rellano y se cruzó con sus ojos.
-Buenos días.
No pudo responder, solo pudo mirarla un momento y continuó subiendo los peldaños. Debieron de ser dos o tres segundos, poco más, pero suficientes para que su mirada ya nunca se despegase de él. Llamó al timbre del Quinto Derecha mientras oía cómo se cerraba la puerta del Cuarto. Escuchó el sonido de las dos vueltas de la llave en la cerradura y contempló los gruesos cables moviéndose en paralelo, en sentidos opuestos, trémulos pero severos, a través de las barrocas rejas que guardaban el hueco del ascensor.
Le resulto fácil hacerse con un juego de llaves. Llevaba unos meses repartiendo en aquella finca y había hecho amistad con el portero al que, en alguna ocasión, le guardaba el garito mientras este le hacía algún recado urgente al vecino del Segundo Derecha. Siempre el vecino del Segundo Derecha. No en vano era el rico de la comunidad y había que asegurarse sus buenas propinas de fin de mes. Dejó la marca de las llaves sobre la masilla y las introdujo de nuevo en el cajetín del Cuarto Izquierda.
El martes de la siguiente semana llegó al portal y lo encontró cerrado. Ni rastro del portero. Llamó al Automático, llevaba una carta certificada para el Primero Derecha. Al pasar junto a las acristaladas puertas del habitáculo del portero vio que estaban cerradas y que no proyectaba ninguna luz desde su interior. Entregó la carta en el Primero y siguió subiendo las escaleras.
Cerró la puerta. Muy despacio. En lo primero que se fijó fue en aquel horroroso espejo del recibidor. Se adentró, como si de una frondosa selva se tratase, rastreando cada milímetro del enmaderado suelo, como si temiese que cualquier mínimo traspié lo hiciese caer en alguna escondida trampa. Sigiloso, atravesó bajo el marco del salón. Sus manos rastreaban, a la vez que sus ojos, palmo a palmo, hasta el más recóndito hueco. Aquí dos libros, dos tomos de cualquier obra literaria. Más allá una mesita sobre la que descansaba el teléfono que comenzaba a emitir una agradable melodía. Hizo ademán de descolgarlo, pero frenó su mano en seco. No podía cometer ningún error. No podía ser descubierto. De pronto, sus músculos recobraron su natural relajación. No soy un ladrón, yo no he entrado aquí a robar nada. Era cierto, él solo quería disfrutar del mismo espacio del que ella era dueña. No abandonó la cautela de sus movimientos, aunque ese pensamiento le  liberó de las ataduras con las que había entrado en la casa.
Abrió la puerta de la habitación. Nunca había estado dentro de aquella casa, pero sabía perfectamente que detrás de aquella puerta cerrada estaba el dormitorio de ella. Se sentó en el orejero que separaba la mesilla del sinuoso espejo y abrió el segundo cajón. Sacó un pequeño álbum de fotos y comenzó a ojearlo. Estaba sentada sobre la recortada hierba del parque, sonriente, mirando fijamente al objetivo de la cámara. Fue hecha hace diez años, cuando llegó a la ciudad. Eso leía en el pie de la foto: “Mi primera imagen nada más llegar aquí, me dijiste que me sentase sobre el verde y que te sonriese”. Contempló las demás fotos, hasta diez. Y guardó en su sitio el álbum. Se recostó sobre la cama, dejándose transportar por su olor. Bajó la colcha hasta dejar al descubierto la almohada y se abandonó sobre ella. No contó el tiempo.
Volvió de nuevo a la calle y se encaminó hacia la Oficina de Correos, mientras la imperceptible lluvia le refrescaba el rostro.
Todavía disponía de una hora. Cogió el jarrón y lo llenó de agua hasta la mitad. Cerró el grifo de la cocina. Volvió sobre sus pasos para eliminar ese molesto goteo. Depositó el jarrón sobre la repisa e introdujo la rosa. La colocó con esmero, para que resaltasen sus rojos pétalos, y se acercó a ella para inhalar su fresco perfume.  Un sonido le llamó la atención. Le pareció que provenía de la habitación, del dormitorio. El dormitorio cuya puerta dejó cerrada y que, ahora, por una mínima rendija dejaba entrever una esquina de la cama. Una esquina cubierta por la sábana, sin la colcha que la cubría. Porque él colocó la colcha. Dio los pasos necesarios para poder abrir la puerta de par en par. Era ella. Desnuda. Desnuda por completo. Y mirándole, mirándole fijamente, sin un mínimo pestañeo. Una mirada que esperaba la suya, que deseaba la suya. Y una piel que acariciaba la suya. Sintió su boca besar sus labios y sintió su cuerpo unirse al suyo. Y esta vez fue el tiempo el que no se dejó contar.
Abrió los ojos con lentitud, no deseaba abandonar la oscuridad tan pronto. Quería sentirla sin que ninguna imagen distrajese su olor, su tacto. La mano buscó su piel y solo encontró los suaves pliegues de la sábana. Estaba solo. Desnudo y solo sobre la cama. Aunque su aroma diseminaba la imagen de ella por la habitación. Se incorporó, se vistió despacio y la buscó por la casa, sereno, sabiendo que aunque no la encontrase estaba con él. Pero no había nadie más entre aquellas paredes. Regresó  al dormitorio y, entonces, su semblante reflejó la confusión por lo que estaba contemplando: Los tabiques aparecían con la pintura  estropeada, agrietada; de las cuatro esquinas del techo colgaban sendas telas de araña; la lámpara de tres brazos que colgaba del centro de la habitación se había convertido en una bombilla enroscada a su amarillento casquillo. Y no había un solo mueble sobre el estropeado suelo de parquet.
Salió al pasillo y a cada paso que daba subía hacía sus oídos un sordo crujir de madera. Toda la casa estaba sumida en el más profundo abandono. Ningún cuadro, ninguna lámpara, ninguna cortina, ningún mueble la adornaba. El fuerte olor a humedad saturaba su nariz. Y entró en la cocina. Fue cuando vio los ¿doscientos?, ¿trescientos? botes de color fucsia que, cuidadosamente ordenados, formaban una perfecta torre en un rincón. Ningún electrodoméstico. Tampoco ningún mueble ocupaba la estancia. Solo un grifo que dejaba caer, acompasadamente, una gota que rebotaba en el sucio suelo. Se acercó y apretó el grifo hasta que dejó de caer el agua. Observó una de las etiquetas que decoraban los botes. “Mermelada de frambuesa”. No continuó leyendo.
Su cara ya no indicaba el estado de ánimo en el que se encontraba, usaba una expresión indiferente, parecía que también se hubiese despojado de los muebles, las cortinas, las lámparas o las paredes coloreadas por alegres pinturas. Lo último que vio, antes de salir, fueron cinco rosas rojas sobre un charco de agua en el suelo del recibidor, al lado de la pared; secas, salvo una, reluciente, con los pétalos rojos abiertos y rebosantes de color.
Esperó en el descansillo a que llegase el ascensor, bajó los cinco pisos con la mirada vacía. Salió del ascensor. Instintivamente buscó las acristaladas puertas, luego, el cajetín de las llaves. Y solo vio mármol recubriendo las paredes. Dejó caer las llaves al suelo. Abrió la puerta y se encaminó hacia la Oficina de Correos, mientras la imperceptible lluvia le refrescaba el rostro. 

martes, 29 de noviembre de 2011

JOSÉ LUIS SAMPEDRO

Le han concedido el premio Nacional de Las Letras al gran escritor y maestro de la vida José Luis Sampedro. Es una oportunidad única para dejar constancia de la gran admiración que siempre le he tenido como escritor y como persona. Sus novelas LA VIEJA SIRENA y REAL SITIO son de lectura obligatoria. ¡Enhorabuena, maestro! Aquí os dejo un enlace de una entrevista reciente, de este verano, que fue publicada en el diario El País. Disfrutadla.

domingo, 20 de noviembre de 2011

LAS VIDAS DE JULIO

 
20 DE NOVIEMBRE DE 2011, ELECCIONES.
 
 
No os vais a creer lo que me ha ocurrido hoy: La lluvia de esta mañana parecía recordarme los días sin luz, por fortuna cada vez más lejanos, en los que no nos dejaban intervenir en la vida política de nuestro país. Pero aquella era una lluvia distinta. Todo era distinto. Amanda y yo nos vestimos de domingo, como requiere la ocasión, y enfilamos calle arriba, hacia el Colegio Electoral. Al llegar a nuestra Mesa tenemos un par de personas delante de nosotros. Vota Amanda y me toca el turno a mí. Doy mi carnet de identidad, todo correcto. El secretario de la Mesa me acerca los sobres que instantes antes le había entregado y me dice ceremonioso: “Vote usted”. Recojo los  sobres y… “¿Qué ocurre? ¿Lo ha visto?” Me mira extrañado. Miro a Amanda. “¿Dónde está la ranura?” Comienza a arremolinarse la gente a mi alrededor. Los Interventores de los partidos políticos se acercan. Nadie entiende nada. Intento una y otra vez encontrar el hueco para introducir la papeleta en la urna y me es imposible. “Por favor, échese a un lado, si le parece, y continuamos. Ahora vemos lo suyo.” La fila de gente que se ha formado es enorme. Amanda y yo nos hacemos a un lado y todo parece volver a la normalidad. Veo cómo las personas continúan votando, sin ningún problema. Entregan el D.N.I., recitan su nombre e introducen el voto por la ranura de la urna. ¿Y por qué yo no? Los Interventores hablan por los teléfonos móviles, mirándome de soslayo. Los integrantes de la mesa dirigen sus miradas hacia mí cada vez con más distancia. Llega la hora de la comida y Amanda me dice: “Voy a traerte un bocadillo y luego me marcho a comer con Julito, se hace muy tarde.”  Me como el bocadillo. Solo. Ya nadie repara en mí. Hace un momento me volvieron a llamar para que votase y de nuevo me fue imposible hacerlo. Otra vez las urnas sin ranura. Estoy sentado en una silla cerca de la ventana por la que entra la ya poca luz. Se encienden todos los fluorescentes de la sala. Nadie me ha dicho nada. Amanda no ha regresado. Quedan cinco minutos para que se cierre el Colegio Electoral. Veo entrar por la puerta a Amanda con Julito de la mano. Julito me da un beso. “¡Hola, papá! ¿Nos vamos?” Me levanto y cojo en brazos a Julito. Amanda me agarra del brazo y nos dirigimos a casa.
Termino de ponerme la bata y miro los sobres con las papeletas que dejé sobre la mesa de la cocina al quitarme el abrigo. Los rompo en mil pedazos y levanto la tapa del cubo de la basura. Entonces, escucho a Amanda gritar desde el salón: “¡Julio, ven rápido! ¡En la tele! ¡Qué casualidad! ¡Te han sacado en el momento en que estabas introduciendo el voto en la urna!”

XI CERTAMEN NARRATIVA CORTA "CARMEN MARTÍN GAITE"


Una inoportuna gripe, siempre lo son pero en este caso aún más, me ha impedido acudir a la entrega de premios de la XI edición del Certamen de Narrativa Corta “Carmen Martín Gaite”. Creo que los gérmenes los encontré, y me los quedé, el fin de semana pasado en el Festival EÑE, del que más abajo hay una reseña. Entiendo que no fue a propósito, por lo que no le guardo rencor…
¡Solo quiero decir que lo lamento muchísimo, pero que he estado con todos ellos en la distancia! El año que viene me reservo ese día para estar en perfectas condiciones. ¡Enhorabuena a los ganadores!
Agrupación Cultural

jueves, 17 de noviembre de 2011

EL SOLITARIO

Se fijó en él. Sentado, la encorvada espalda no tocaba el respaldo de la silla, las piernas ligeramente abiertas y custodiadas por las patas de la mesa. Se fijó en la arrugada piel de sus sienes y en los escasos cabellos blancos que descansaban sobre sus orejas, sin apenas cejas que escondiesen aquellos ojos abstraídos por la carta que acababa de colocar sobre la mesa.
Para Margarita era su primer día en la residencia. Un par de minutos antes se había despedido de su hija y de su nieto.
-Mamá, no te preocupes, vendré todos los fines de semana a verte. Y alguna tarde.
Sintió la cercana mirada del hombre mientras se dirigía al lugar asignado por las cuidadoras. Al sentarse recordó aquel verano de su infancia y lo bien que lo pasó con sus padres y su hermano mayor. Y con el niño, algo mayor que ella, rubio y muy tímido, que no hacía más que seguirla. Fue la primera vez que se enamoró.
Y se vio bajando junto con sus compañeras la escalera que, zigzagueante, nacía de lo alto del cerro en donde los pabellones del Instituto presidían los edificios del barrio. Al encontrarse con los del Instituto “de abajo”, situado al otro lado de la avenida, cambiaban miradas y risas. Menos con el chico huidizo que apenas levantaba la vista del suelo.
 Y se vio en el año que cumplía los veinte, cuando la dejaron ir por primera vez sola, sin la imprescindible compañía de su hermano, a la fiesta de Nochevieja. No sin que antes le costase unas cuantas discusiones con su padre. Bailaron hasta las seis de la mañana. Le llamó la atención lo extremadamente tímido que era aquel muchacho con el que apenas cambió palabra alguna más que sus nombres, Federico se llamaba, y que, al marcar el reloj las tres de la mañana, se marchó apresuradamente, justo al terminar de bailar con ella un bolero. Porque fue un bolero. Preguntó por él a sus amigos y le dijeron que era un compañero de trabajo de uno de ellos que se había apuntado a última hora. Nada más. El chocolate con churros de aquella mañana le supo a gloria. Era su primer chocolate con churros de Año Nuevo con los amigos.
                                                           *****
-La sota de copas. ¡Qué mala suerte! No me sirve para nada. O quizás sea que soy yo el que no sirve para nada y que no es cuestión de suerte nada de lo que he vivido. Solo, siempre solo. Nunca he sentido el aliento de una mujer en la misma habitación. Nunca he alargado el brazo y buscado su mano y encontrado sus dedos para acariciarlos, sin necesitad de usar palabras. Sí, como Martín siempre me dice, no te quejes, gruñón, estamos aquí contigo, no estás solo. Sí, pero él aún disfruta de esos dedos y de ese aliento.
Pensó, para tranquilizarse, que el monólogo en el que estaba sumido era debido a que se le presentaba una tarde bastante aburrida. Sus compañeros de brisca, los hermanos Martín, no habían bajado al comedor. Tenían una boda. Una nieta del segundo hijo de José Martín se casaba. José, su mujer, Esperanza, y Antonio, el hermano pequeño de José, comían todos los días con Federico. Terminada la comida Esperanza se marchaba con las mujeres y se quedaban los tres en la mesa. Eran los únicos a los que les gustaba jugar a las cartas, otros preferían el dominó. O algunas mujeres el bingo. Y la mayoría ver la televisión, la telenovela de las cuatro.
Arrojó la carta sobre la mesa y se dispuso a descubrir otra de la baraja que reposaba, boca abajo, sobre la palma de su mano izquierda. Le faltaba el caballo de copas para completar el solitario.
-El dos de oros. ¡Vaya!
Al levantar la vista del naipe reclamó su atención la mujer que acababa de entrar en la sala. Era la primera vez que la veía por la residencia y no pudo dejar de perseguirla con la mirada mientras ella se dirigía a la mesa del fondo.
Aquella mujer lo trasladó a la salida del Instituto. Después de las clases de la mañana recogía a su hermana, a los pies de las escaleras por las que bajaba del Instituto en el que ella estudiaba, y se dirigían al laboratorio de su padre, un par de edificios más arriba de la avenida. Allí les esperaban las tarteras que su madre les preparaba. Sus compañeros cruzaban sonrisas y guiños con las chicas del Instituto “de arriba”, pero él siempre las esquivaba por esa insuperable timidez que le acompañaba continuamente y que nunca lo abandonó.
-El tres de espadas. Federico, eres soltero, muy soltero.
Sus ojos volvían a clavarse en la mujer y, ahora, recordaba las vacaciones que pasó con sus padres y hermanos cuando tenía unos diez años. A su padre le correspondió una semana en la Residencia de verano para trabajadores de la Obra Sindical, en un pueblecito de las afueras, en la sierra. Era la primera vez que toda la familia salía de vacaciones. La memoria nunca había sido su fuerte, aunque guardaba unas cuantas fotos en su mente que jamás se velaban. La niña de la foto, su primer enamoramiento. No sabe las veces que se vieron, ni su nombre, ni si jugaron, ni si los padres de ella y los suyos tomaban café juntos en la Residencia, no lo sabe. Ni si tenía el pelo largo, ni si era rubia o morena. Ni podía ver sus facciones. Absolutamente nada aparecía en la foto.
-El cuatro de copas.
                                                           *****
-El as de bastos.
Federico intentó ver otra foto de su corto álbum. La oscuridad del local, el humo y el ruido, emborronaban todo. Salvo la silueta de aquella muchacha recostada sobre la pared. Margarita, sí, esta vez distinguía su nombre. Bailó un bolero con ella y ese bolero lo bailó mil veces, año tras año. Aquella noche escapó del local.
Sintió unos deseos enormes de soltar los escasos naipes que aún ocupaban su mano, acercarse a la mujer que desde que entró había conseguido que su pasado volviese a estar con él, invadiendo por completo sus sentidos, e invitarla a bailar un bolero.
Entonces sus dedos descubrieron la siguiente carta, el caballo de copas.

martes, 15 de noviembre de 2011

El pasado 28 de octubre se celebró el acto de presentación de la V Antología del Premio Orola de Vivencias. Os dejo un enlace al blog del Premio (VIVENCIAS). Entre las 150 vivencias se encuentra una de las que KONCHA envió al Certamen. Asistí al emotivo acto y espero asistir el año que viene para ofrecer de nuevo mis aplausos a los autores. El plazo para participar en la VI edición está abierto. Animaos.




Nuevo concurso de LIBROS QUE VOY LEYENDO.

Nuevo concurso de LIBROS QUE VOY LEYENDO.

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Seguid el enlace y podréis ganar:

Un ejemplar dedicado al ganador de "Habitaciones cerradas" de Care Santos.

Un ejemplar dedicado al ganador de “En la soledad del Faro” de Francisco García Martínez.

domingo, 13 de noviembre de 2011

FESTIVAL EÑE

Os quiero dejar una reseña de la tercera edición del festival literario EÑE al que he acudido este viernes y sábado en el “Círculo de Bellas Artes” de Madrid. Ya solo el juntarnos unos amigos y parte de mi familia para disfrutar del mundo de la literatura y del arte en tan bello edificio, es suficiente. Si además te empapas de la sabiduría intelectual y de la vida de algunos maestros que han pasado por allí: ¡redondo!
 La hora y media vivida sumergido en la desbordante humanidad de nuestra última premio Cervantes, Ana María Matute, es una experiencia que nadie debería perderse. Me siento un privilegiado. Al oírla hablar de su obra, que es ella misma y sin una gota de vanidad, aprendes más del oficio de la escritura que con quinientos mil tratados literarios. Y, por supuesto, aprendes de la vida. Si tenéis la oportunidad en algún momento de gozar de su presencia y de sus palabras, no la desaprovechéis.


También pude disfrutar de los poemas de Manuel Rivas, acompañados por las canciones de César Morán, de una apasionante entrevista de Antonio Lucas a Félix de Azúa y de un espectáculo de danza contemporánea (basado en poemas del recientemente fallecido Tomás Segovia) que cerró el festival. Esto fue ayer sábado. El viernes asistí a una conferencia (Almanaques digitales) de Andrés Trapiello, una reflexión sobre la literatura y su nuevo mundo de expresión, el blog. Interesantísimo lo que dijo e interesantísimo el autor. Seguiré su blog (http://hemeroflexia.blogspot.com/) a partir de ahora. Y a la lectura de tres cuentos populares por parte de Ana Cristina Ramos, extraídos de su libro de relatos populares sobre la muerte.

Me hubiese gustado escuchar a Mario Mendoza, a Antonio Gamoneda o a Jorge Volpi, entre otros, pero ante la cantidad de actos simultaneados, me fue imposible asistir a todos. Ha sido un placer, y espero que lo siga siendo cada año. ¡Hasta el año que viene!

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Un blog para colocarlo entre los favoritos: Tertulia literaria: El proceso imperfecto. No os dejéis engañar por el título, de imperfecto no tiene nada. Son un grupo de amigos que se reúnen una vez al mes y tertulian, charlan y ríen, alrededor de la mesa de un café, sobre el libro que han votado y elegido entre todos. Luego, nos dejan unas pinceladas para que podamos disfrutar, mínimamente, de sus pláticas. Pero no solo es eso, es mucho más. Pulsad aquí abajo y lo veréis.

sábado, 5 de noviembre de 2011

LAS VIDAS DE JULIO




CARTA A UN MENDIGO


Al pasar te miro de reojo. Tus labios, en continuo movimiento, dejan salir de la boca palabras, silbidos, simplemente aire. Todavía no he llegado a adivinar de dónde provienes, de Portugal, de Brasil, quizá de Mozambique.
  
La otra tarde estabas ahí sentado, con los pelos totalmente revueltos y sucios, la tez oscura y la barba de un par de meses, descuidada. Los pantalones podrían ser de color azul marino y el jersey, posiblemente, del mismo color. Tus zapatos dejaban ver los calcetines. En el otro extremo del banco un trajeado joven, impecable,  comía un sándwich. En una gran ciudad como ésta no debería prestar tanta atención a tu figura, es algo habitual, no eres el único mendigando en busca de refugio. O de seguir vivo, sin más.
Ayer te eché en falta. El ayuntamiento debió de llevarse el banco y pensé que te habrías mudado a otro.
  
Hoy he vuelto a cruzarme contigo. Ibas cargado con una bolsa de papel enorme. Repleta, supongo, de cosas imprescindibles para ti. Me alegré de verte.  Faltaban dos calles para llegar a la esquina y tú venías de allí. Cuando pude divisarla me sorprendió ver un armazón de sofá, grande, parecía un tres plazas. Estaba apoyado en vertical sobre la reja de la puerta del local cerrado hace mucho tiempo. Al llegar junto a él me di cuenta de que lo habías sujetado a la reja con cordel blanco, fino pero aparentemente fuerte. Un siete en la tela negra de los bajos dejaba traslucir los destrozados entresijos. Los cojines, seguro que del mismo color granate de la tapicería, no estaban. Se veía muy viejo y sucio, aunque bastante más cómodo que el duro banco de madera. Curioso, un local que en su momento albergó un restaurante de cuatro tenedores, con su aparcacoches de librea rondando la puerta, y ahora eras tú el dueño de ese espacio.
  
Espero que te dure mucho tiempo tu nueva casa, aunque me imagino que el ayuntamiento no tardará en dejarte sin ella. No creo que te importe, seguirás buscando, encontrarás otras esquinas. Tampoco eres muy exigente.

viernes, 4 de noviembre de 2011


Aunque será presentado oficialmente hoy en la sede de  la Unesco, en París, la Biblioteca Digital Mundial ya está disponible en Internet, a través del sitio www.wdl.org. El acceso es gratuito y los usuarios pueden ingresar directamente por la Web, sin necesidad de registrarse. Permite al internauta orientar su búsqueda por épocas, zonas geográficas, tipo de documento e institución.
El sistema propone las explicaciones en siete idiomas (árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués). Los documentos, por su parte, han sido escaneados en su lengua original. Con un simple clic, se pueden pasar las páginas de un libro, acercar o alejar los textos y moverlos en todos los sentidos. La excelente definición de las imágenes permite una lectura cómoda y minuciosa.
Entre las joyas que contiene por el momento  la BDM  está  la Declaración  de Independencia de Estados Unidos, así como las Constituciones de numerosos países; un texto japonés del siglo XVI considerado la  primera impresión de la historia; el diario de un estudioso veneciano que acompañó a Hernando de Magallanes en su viaje alrededor del mundo; el original de las "Fabulas" de Lafontaine, el primer libro publicado en Filipinas en español y tagalog, la Biblia de Gutemberg, y unas pinturas rupestres africanas que datan de 8000 A .C.
Dos regiones del mundo están particularmente bien representadas: América Latina y Medio Oriente. Eso se debe a la activa participación de la Biblioteca Nacional de Brasil, la biblioteca Alejandrina de Egipto y la Universidad Rey Abdulá de Arabia Saudita.
La estructura de  la BDM fue calcada del proyecto de digitalización de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que comenzó en 1991 y actualmente contiene 11 millones de documentos en línea. Sus responsables afirman que la BDM está sobre todo destinada a  investigadores, maestros y alumnos. Pero la importancia que reviste ese sitio va mucho más allá de la incitación al estudio a las nuevas generaciones que viven en un mundo audiovisual. Este proyecto tampoco es un simple compendio de historia en línea: es la posibilidad de acceder, íntimamente y sin límite de tiempo, al ejemplar invalorable, inabordable, único, que cada cual alguna vez soñó conocer.

jueves, 3 de noviembre de 2011

La entrega de premios y diplomas a los finalistas y miembros del jurado del Certamen anual de Narrativa corta "Carmen Martín Gaite" en su XI Edición, tendrá lugar el próximo:

  • Día: 19 de noviembre de 2011
  • Lugar: Casa de la Cultura de El Boalo
  • Hora: 19:00 h.

martes, 1 de noviembre de 2011

LAS VIDAS DE JULIO

ANIVERSARIO

Soy un difunto. Hoy hace justo un año que soy un difunto. No os voy a relatar cómo fue mi muerte, no viene a cuento. Solo quiero que sepáis lo que de verdad os interesa conocer para cuando lleguéis adonde estoy yo. Al menos eso era lo que me inquietaba a mí y pienso que será vuestra mayor preocupación.
No hagáis caso de las patrañas que se inventan los que se llaman médiums, ni de las fantasías redentoras de vuestras religiones, es todo mentira lo que dicen, aquí no ocurre nada de lo que os quieren dar por cierto. Porque aquí no ocurre nada, nada, no existen los espíritus, aquí no hay nadie. En este año que llevo muerto no he conocido a nadie, ni a ningún Dios, ni a ningún Demonio,  ni me ha recibido ningún San Pedro, ni he estado en el purgatorio, ni he vuelto a abrazar a mis seres queridos que habían muerto antes que yo. Nada de nada. Ni sé si estoy en la oscuridad o en la claridad infinita, no siento nada, no veo nada, ni os veo a vosotros ahí, ¿abajo? Ni puedo defenderos de los peligros que os acechan de continuo en vuestro mundo. Las flores que, seguro, dejáis sobre mi tumba, nunca las he olido. Las lágrimas que derramáis sobre ella nunca me han mojado. Sé que lo que os digo os causará desasosiego, pero creo que es mejor que lo sepáis, que no sigáis engañados, esperanzados en una nueva vida más allá.

Ya nada más me queda que despedirme de vosotros para siempre, no merece la pena agobiaros con mis cuitas, seguid vuestro camino, al fin y al cabo comprendo que no creáis nada de lo que acabo de escribiros, ni yo mismo lo hago. Ya os lo he dicho, no existen los espíritus.

lunes, 24 de octubre de 2011

DIBUJOS MUY ANIMADOS


¡Aquí vinimos a divertirnos! A la izquierda aparece Pluto sujetando la pancarta y a continuación Bugs Bunny. Más atrás el Pato Donald y Correcaminos sostienen otra en la que se lee: ¡Basta ya de explotación!  A su lado el Capitán Trueno y Rompetechos gritan con el puño en alto. El dibujante comprende que la situación se le escapa de las manos, aunque es demasiado tarde, el ratoncito Pérez acaba de comerse la goma de borrar.

viernes, 21 de octubre de 2011

FACEBOOK.ES

¡Joder! ¡Qué susto me he llevado! ¿Quién coño habrá sido el graciosillo? Voy a salirme y vuelvo a entrar…

< lolope1968 >
< ******** >

Nada, aquí sigue estando. Esto lo ha hecho ella, seguro. La muy… Debí de cambiar la contraseña. Mira que lo pensé. Qué más querrá. Me echó de nuestra casa y se ha quedado con los niños ¿y también quiere apropiarse de mi facebook?
Ahora que, ¡la bromita! Siempre me dijo que le encantaba mi foto del perfil. Claro, que eso era cuando me llamaba Lolito. Cuando me empezó a llamar Manuel no recuerdo haberla oído decir nada sobre mi foto.
¡Ey! ¡Un mensaje!

< Siempre te querremos, siempre recordaremos tu sonrisa y tú siempre vivirás entre nosotros >

¡Joder! ¡Qué dicen! Esto sí que no lo esperaba. De ellos no. ¡Si cuando me acompañaron al abogado me juraron que siempre estarían conmigo, que yo era su amigo! ¡Y ahora se alían con ella! Estoy soñando, estoy soñando. No puede ser cierto. ¡Tranquilízate, Lolo!
A ver. Veamos. Sí, les respondo, les respondo.

< ¡Qué simpáticos! No puedo creérmelo, primero, el lacito negro en el lugar de la foto de mi perfil y luego el mensaje… Y yo que os tenía por unos verdaderos amigos, los mejores. Esta broma es de muy mal gusto. Espero que lo que os haya ofrecido ella sea muy interesante. ¡Capullos! >

He sido muy suave, se merecían más… ¡Otro mensaje! ¡Mi hermana!

< Cuando me dijeron que no iban a cerrar tu cuenta pensé que no podría dejarte ningún mensaje, pero esta mañana, durante el entierro, sentí la necesidad de que las últimas palabras hacia ti quedasen para que cualquiera de nosotros, de nuestra gente y de tu gente, pudiera leerlas. Quiero contarte… >

¡No! ¡No! ¡No! Pero… ¿qué dices? ¿Tú también? ¿Es que os estáis volviendo todos locos? ¡Ah, ya entiendo!, ¡ya entiendo! Es una trampa. Me estáis grabando. Tengo que encontrar la cámara. Allí, encima de las estanterías. No, no, en la lámpara. Sí, sí. Pues, ¡aquí no está! El lacito negro, con lo guapo que estaba yo en mi perfil. Cuando encuentre la maldita cámara y acabe con vuestro macabro juego ya volveré a poner la foto.
Aún no puedo creerlo, hermana, tú también…
¿Dónde está la foto de nuestra boda? ¡Ah, claro! La habrá tirado a la basura. ¡Qué guapos están en la foto de la primera comunión de Miriam! A la tuya, Pablo, no pude ir. No pude, te lo prometo. Pero, pero… ¿qué hago yo aquí?, ¿qué hago yo en la habitación de Pablo?, ¿qué hago yo en el ordenador de Pablo?
Otra vez, vamos, respira, respira hondo. Ahora, abre los ojos despacio. Sin prisa, inspira una vez más. Vas a volver a ver tus posters, la foto de tus niños, la foto de ella, esa que le hiciste en la sierra, con el piolet. ¡Estaba guapísima! Tu habitación. Ahora, ahora... ¡Dios! Sigo aquí ¡y la puerta se está abriendo!… ¡Pablo! ¡Pablo! ¡Eres tú! ¡Cómo has crecido! ¿Y esa cresta? Tu madre, como siempre, permitiéndotelo todo. Si hubiese yo estado aquí con vosotros no te lo habría consentido, eres demasiado pequeño para llevar esos pelos. Sí, ya sé que es la moda, pero… ¿No me dices nada? ¡Soy tu padre! ¡Mírame! ¡Qué bien te queda ese traje! ¡Qué guapo! Cómo hubiese querido yo tener un traje de esos a tu edad, con ese precioso color gris marengo. ¡Y qué chulo estás con la corbata! Seguro que habéis tenido fiesta en el colegio. Un poco serio, quizá. Bueno, jugando a ser mayor. Te entiendo. ¿Qué haces? ¿Por qué apagas el ordenador? ¡Pero dime algo! ¡No te vayas! ¿Es que ya no te acuerdas de mí? Soy tu padre, ¡Pablo, soy tu padre! ¡Pablo!
No sé, no sé lo que me está pasando. Ayer tuve un día muy ajetreado, sí, eso es lo que me pasa que estoy muy cansado. Fíjate, no recuerdo si al final pude llegar a la comida con ese franchute. Estaba en juego el futuro de la empresa, sí, ¿y qué pasó? Yo creo que llegué, recuerdo que apreté el acelerador a fondo…Voy a dormir un poco y luego echaré un vistazo al facebook, seguro que tengo algún mensaje suyo. El caso es que sueño no tengo. No. Tampoco me encuentro muy cansado. No. La verdad es que no sé… ¡Joder!, ¿y cuál es la contraseña del ordenador de Pablo? Va, fijo que volverá a entrar. Cuando regrese, se la pido.

miércoles, 19 de octubre de 2011


Quemaron los libros. Más tarde perdieron las palabras.
Ahora, por sus calles solo pasean zombis.

martes, 18 de octubre de 2011

La abuela Jacinta y el poemario que su nieta (mi hermana Concha) le escribió.

Concurso Internacional Libros que voy Leyendo

Libros que voy leyendo es un interesantísimo blog que acabo de descubrir. Os recomiendo que echéis un vistazo y participéis en el concurso que acaban de lanzar. Hay de plazo hasta el 7 de noviembre. Hay un montón de recomendaciones de lecturas y, algo muy importante, especial atención a los escritores noveles. Me gusta.

lunes, 17 de octubre de 2011

¡BUENOS DÍAS, RADIOYENTES!

“¡Buenos días, radioyentes! Son las siete horas y veinte minutos de esta espléndida y primeriza mañana de primavera. ¿Qué hacéis aún en la cama? ¡Vamos, despertaos! Que días como este hay que disfrutarlos desde el primer rayo de sol. Y qué mejor complemento para este momento idílico que nuestra entrañable Lorena y sus inmortales boleros… “
-¡Vaya! Anoche debí de poner mal la hora.
No tuve más remedio que levantarme. Después de lo pesado que se ponía mi locutor favorito, no creí que fuera lo más conveniente llevarle la contraria. Mi fiel Pipo no me hizo mucho caso. Y tenía sus razones para ello: normalmente hasta un rato más tarde no estaba yo en pie y debió de pensar que mi próstata me empezaba a fallar. Acaricié su lomo, me saludó con un ligero roce de su rabo sobre mi pie descalzo y siguió tumbado.
Dudé entre abrir la ventana y dar la bienvenida a ese sol del que tanta propaganda estaba haciendo mi radio despertador o darle a mi cara un buen chapuzón en agua fría. Decidí que lo mejor era lo segundo.
-Ahora ya puedes enfrentarte a tu primer rayo de sol del día.
Descorrí las cortinas, abrí de par en par la ventana y sentí su templado contacto sobre mis mejillas, junto a una suave y fresca brisa.
Después, como todas las mañanas, me llevé el transistor al baño, lo coloqué sobre la banqueta y descorrí la puerta de la mampara de la ducha. Esa mañana me apetecía sentir el agua algo más fresquita que de costumbre.
-¡La donna è mobile…!
“¡Me encantan esos gorgoritos! Pero creo que ya va siendo hora de que penséis en el reloj. ¡Se os está haciendo tarde! Mientras, deleitaos con la última de Saphira. Que eso sí que es cantar… “
Decididamente, no era Pavarotti, por lo que pensé que mejor sería escuchar a Saphira y dejar de martirizar a mis vecinos.
“Bien. ¿Ya estáis bien aseaditos, perezosos? Sí, veo que sí. Y además… ¡Qué bien huele ese cafelito recién hecho!”
Sí, olía bien. Hasta Pipo se decidió a levantarse y comenzó a dedicarme un día más sus característicos bostezos. Y a continuación sus interesados lamentos. Su instinto no entendía de cafés, pero sí de bizcochos. Y si eran de chocolate, mejor. Oí como terminaba de recoger con su lengua la última miguilla hasta dejar reluciente la baldosa de la cocina.
-Bueno, Pipo. Habrá que vestirse, ¿no?
Noté el ligero roce de su lomo acariciándome la pantorrilla, antes de dejarse caer sobre la alfombra.
-Vale, mientras me visto te dejo que hagas la digestión…
“Y ahora, mientras os termináis de preparar para salir al mundo y ser los más guapos y perfumados de la ciudad, os dejo un rato con las noticias de las ocho. ¡Vuelvo a estar con vosotros en cinco minutos! ¿Podréis resistirlo?”
-Es evidente que anoche no tuve mi mejor momento, primero la hora para despertarme, y ahora, ¿dónde dejaría el móvil? ¡Si debería estar sobre la mesilla!
Lo encontré, tampoco era tan difícil, ni sobre la mesilla, ni en el primer cajón. Pero sí en el segundo.
Mientras escuchaba la enésima pelea entre políticos me fui calzando los zapatos.
“Hoy tendremos una temperatura máxima de veinte grados y un cielo completamente despejado.”
Me terminé de poner la americana y guardé el móvil, con sus imprescindibles auriculares, en el bolsillo derecho. Recogí el arnés y se lo coloqué a Pipo, que, como siempre, me regaló un lametazo en la mano. Luego, el bastón y las llaves.
-Un día de estos tendré que cambiar el bastón, cuesta un poco desplegarlo del todo.
Cerré la puerta, introduje en mi oído derecho el auricular, sintonicé la radio y nos dirigimos al ascensor.
“¡Ah! ¡Y no olvidéis cerrar bien la puerta! Que luego, cuando vuelve uno a casa, se puede encontrar con desagradables sorpresas. Y, ahora, os seguiremos regalando nuestra mejor música.”

viernes, 7 de octubre de 2011

EN EL LIMBO

En la segunda temporada del concurso Microrrelatos sobre Abogados (http://www.abogados.es/microrrelatos/historico1.asp?mes=1&ano=2010&ed=2) me seleccionaron este micro.






Al salir de la vista en la que recibí la absolución, me fui a pasear solo por el centro de la ciudad. “Álvaro, el Rey de los Magos de Europa”. Pensé que un poco de diversión no me vendría mal, compré una entrada y me acomodé en la butaca. Mientras se alzaba el telón recordé el día que recogí la notificación del señalamiento del juicio, mi desánimo y, más tarde, la esperanza. El mago me apuntó con el dedo, subí las escalerillas y me introduje en el enorme cubo situado en el centro del escenario, lo cerró y comencé a oír la cháchara. “Señoras y señores, en unos instantes abriré el cubo y nuestro amigo habrá desaparecido”. La música retumbó en mis oídos. Lo siguiente fue un golpe seco y el público chillando. ¡Ha sido un infarto, el mago está muerto! Desde algún lugar continúo esperando disfrutar de mi libertad.

MI PADRE

En la segunda temporada del concurso de Microrrelatos sobre Abogados (http://www.abogados.es/microrrelatos/historico1.asp?mes=12&ano=2009&ed=2) me seleccionaron este micro.




Mi pánico al avión hizo que aquella mañana regresara a casa muy cansado desde la estación. Había pasado la noche en la litera del tren.  Entre el traqueteo y la resolución del arbitraje que tenía que redactar en ese mismo día, no pude pegar ojo. El viaje inesperado a París, para evitar una querella contra mi bufete, me había dejado sin más tiempo para escribirlo. Me animé recordando a mi fallecido padre con su toga diciéndome, al poco de acabar la carrera y en ese tono socarrón que tanto le gustaba usar, “Hijo, cuando te lleguen momentos duros, piensa que va incluido en la nómina, te ayudará”.
Al entrar en mi despacho me sorprendió ver sobre el escritorio aquellos folios manuscritos.  Me senté a leerlos: “LAUDO ARBITRAL dictado por…”. Contemplando el retrato de mi padre, colgado en la pared, advertí que esa cómplice sonrisa en su rostro era nueva.

Irma o esa persistente calle de París