miércoles, 24 de diciembre de 2014

Quizá hombres de nariz de zanahoria


Hablaban de un color blanco de cristales minúsculos helados, de quizá hombres de nariz de zanahoria, de magos que convertían sus pañuelos en pelotas de trapo, de cánticos alegres en noches de vigilia, de mesas saturadas, de sonido, de ruido, de eco, de luces voladoras. Escuchaba (siempre escuchaba) y miraba. Sentado alrededor de las mesas (entre ellos) contemplaba las luces, los magos, el color… Cambió su nariz por una zanahoria y esperó a que el sol derritiese los minúsculos cristales. Feliz.

viernes, 5 de diciembre de 2014

He visto a los peces del Sena



He visto a los peces del Sena
subir una a una, desde su lecho, las piedras de Notre Dame
y construirla de nuevo sobre la tez del río.
¿O acaso los ríos no sueñan ni amanecen?

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Ajenos


Distraídos, serenos, dueños de la impunidad,
como si no quisieran nada de ti,
hacen malabares sobre el filo de un instante,
ausentes, incapaces de mirarte a los ojos.

Distraídos, serenos, dueños de la impunidad,
tarde o temprano dominarán
el segundo que creíste ganado,
el segundo antes de mesarte los cabellos
y esparcirlos por el aturdido viento de la noche,
junto al sueño deshecho.

Distraídos, serenos, dueños de la impunidad,
ajenos a nada y a todo, letales. Y tuyos.
Porque tú los creaste,
porque fuiste el culpable de que un dios ateo
engendrase en tu mente la simiente del caos
que ahora mece tu alma.

Distraídos, serenos,

dueños de la impunidad.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Psicoanálisis

Psicoanálisis

Hará un par de horas que inicié mi autopsia. La primera incisión, con ese humo espeso y negro que salió de los pulmones, casi me obliga a desistir. Más tarde, cuando se disipó, encontré junto al hígado algo que me pareció una onza de chocolate, puro (eso sí), noventa por ciento de cacao. Entre la quinta y la sexta vértebras creí ver algún famoso; los flashes me cegaron y me resultó imposible averiguar de quién podría tratarse antes de que desapareciese tras el cartílago. Al llegar al corazón comprobé que lo tenía agujereado por completo (lógico), aunque solo apareció una flecha cerca de él; las demás las localicé bastante más abajo, apiñadas en el interior de la próstata. Lo de mi ex en el estómago, me lo temía: hace noches que me acuesto con ardor.

No me cabe la menor duda de que lograré averiguar las causas exactas de mi fallecimiento, pero ahora me siento muy cansado y empiezo a oler un poco mal, prefiero guardarme en el frigorífico. Mañana continúo.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Aniversarios: La sombra de las horas 3 días gratis en Amazon



Tres años de mi Tiempo con Román y tres años con mis Sombras; en medio estoy: A primeros de octubre de 2011 Román nació y a finales de diciembre del mismo año lo hicieron mis Sombras…

En junio os comenté que este blog se tomaba un respiro, aunque últimamente parece que su corazón late más rápido, de otra forma. Es más un escaparate de lo que os puedo ofrecer que un intercambio, algo que espero algún día volver a retomar, cuando el caprichoso sustantivo que inicia mi título lo permita. No se puede estar a todo… face, twitter, blog, escribir, trabajar… ¡Vamos!, lo de siempre….

Y, también como siempre, un aniversario conlleva una invitación, pues en ello estamos, vuelvo a ofreceros mis Sombras gratis en su formato Kindel, os podéis pasar por Amazon hoy lunes 24 y el martes 25 y miércoles 26. Encantadas estarán de irse con vosotros. Los que ya las conocéis… pues daros por besados… y, sobre todo (y ahora en serio) os vuelvo a dar las gracias por quererlas tanto como me habéis demostrado con vuestros comentarios en estos años y por seguir asomándoos por aquí de vez en cuando.

Y volveros a decir que ahí siguen mis obras inéditas en espera de salir a la luz y cargadas de toda la paciencia del mundo, que no quieren salir a la calle sin estar bien acompañadas. Son así. La vida y la pluma continúan y ojalá que por muchísimos años. Me encanta veros ahí, al otro lado.

¿Os dejo unas líneas de lo que ahora mismo está en fábrica? Por dar pistas, vamos por la página ochenta y con ánimo de seguir y seguir y seguir… Vale, que no, no os preocupéis, que de las cinco mil no paso.


…se sentía hoja caída después de haber intentado por todos los medios mantenerse en el aire, revolotear con el tiempo a su lado, de aliado, sin verse obligada a luchar contra aquellos segundos que tercamente le avisaban de lo efímero del vuelo, de que al final moriría sobre la acera o sobre la carretera, bajo los zapatos de un paseante distraído o arrollada por la goma de cualquier neumático. (…) …una de aquellas hojas que le acababan de explicar la existencia le cegó de repente y le vistió con su ocre y húmedo frío antes de regresar a su leve suicido y caer sobre la zapatilla derecha. La transportó consigo durante los siguientes pasos. Mientras sacudía el pie para deshacerse de ella, de reojo, entendió que la hoja sí podría morir feliz junto a las otras hojas; ahí arriba, en su rama, su ciclo vital lo había cumplido con la mayor de las honestidades. Hasta una simple hoja de árbol era más merecedora de cariño que él. Se disponía a cruzar el paso de cebra cuando una ráfaga de viento vacía de hojas le situó de nuevo en la cita de la tarde.

Y, por último, os dejo con mi Muñeca rota, uno de los destellos de La sombra de las horas, para que no se encelen mis sombras…

¿Puedo quedarme con sus muñecos? Es que los míos ya no me quieren. El otro día le dije a Osito que se tumbase a mi lado y no quiso. Le di un par de azotes y ni lloró. Creo que ya sabía que papá se iba a ir. Esta mañana he querido quitarle la falda a Ratita, como me hacía papá, y se ha enfadado conmigo. Como papá ya no va a jugar con Perrito y Gatita, me los podía quedar yo. ¿Vale, mamá? Y cuando vuelva papá de ese sitio tan raro que me has dicho, se los devuelvo. Te lo prometo.


martes, 11 de noviembre de 2014

Crónica colmenareña: Sobresaltos de Concha Morales



Góngora a D. Antonio Chacón, que desde Colmenar Viejo le había enviado un requesón:

Décima LXI
Este de mimbres vestido,
requesón de Colmenar,
bien le podremos llamar
panal de suero cocido.
A leche y miel me ha sabido:
decidme en otro papel
lo que se confunde en él,
que sin duda alada oveja,
cuando no lanuda abeja,
leche le dieron, y miel.



A principios del siglo XVII Colmenar Viejo se escribía en verso y nada más y nada menos que de la mano de Góngora y su manuscrito Chacón. Y a principios del siglo XXI, de nuevo Colmenar juega con la poesía y nada más y nada menos que con la voz y la presencia de Koncha: Hermana, tu reloj lo ha logrado (Mi reloj pierde el compás, se vuelve loco…) se ha vuelto loco y nos ha fusionado dos épocas, porque si en el Siglo de Oro fue el requesón la excusa para un recuerdo poético de Colmenar, en este siglo XXI han sido tus Sobresaltos los protagonistas. Y yo he tenido la enorme fortuna de estar allí.

Como la luna llena,
redonda y brillante,
como esa luna llena
a la que le gusta leer cartas
en la madrugada.
Como esa luna menguante
que da vueltas y vueltas,
allá arriba,
sobre mi cabeza,
en la esquina preferida
de mi habitación.

Familiares, amigos y colmenareños llenábamos la sala de ese Espacio1000usos que ya se ha hecho un hueco en la vida cultural de Colmenar gracias al entusiasmo y las artes (nunca mejor dicho) de Blanca, Ángela y Pablo, como siempre logrando que todo saliese a la perfección y con una carga de emociones única. Y la música de Daniel, acompañándote.

 
El semáforo en rojo
despeja las calzadas de mi barrio.
 […]
Vallekas, verso libre,
recorre el empedrado de Madrid
con un canto de cigüeñas en los labios.

Tenía que hacer acto de presencia nuestro barrio… También nos diste paso para que pudiésemos cooperar con nuestra lectura en una tarde que dominasteis a la perfección el atril y tú. Hicimos lo que pudimos para no desentonar entre armonía y lírica, deseando terminar nuestra intervención para seguir disfrutando de lo que la tarde fría de otoño colmenareña nos ofrecía, un frío al que no le fue posible traspasar los muros de la sala, le fue imposible luchar contra el calor y el color que allí vivíamos.





El guardián de las sorpresas
no sale de su asombro
cuando desciende el dardo
hasta el abismo donde se cultivan
los sentimientos.

Y tu reloj, hermana, loco de nuevo, hizo que los sesenta minutos de versos Sobresaltados se convirtieran en sesenta segundos, apenas si nos dimos cuenta de que llegaba el final. Parafraseando el penúltimo sobresalto de tu libro, los versos se nos rompieron, se nos rasgaron, se deshicieron entre nuestras manos…


Los sobresaltos allanan
el camino hacia la calle
de la fantasía.
Justo en pleno corazón.

No puedo dejar de nombrar a la editorial que ha vestido tus poemas y los ha lanzado a la calle: Lastura. Una edición muy cuidada y una joven editora, Lidia, que trae una corriente de aire fresco a este nuevo mundo del libro en el que estamos inmersos.



AL ANOCHECER
una lluvia de estrellas fugaces
ha pasado por delante de mis ojos.
Sobre el chopo, alrededor del silencio,

reflejadas en mis manos
como espejos luminosos sin retorno,
las palabras se volvieron cristal,
los recuerdos brotaron al alba,
…y una lluvia de estrellas fugaces
añoró la magia de otras madrugadas.


Espero, esperamos, que nos vuelvas a sobresaltar de nuevo, porque solo se trata de vivir, de encender el sol por la mañana y la luna por la noche, de fabricar un beso cada cinco minutos y regalarlo. No es tan difícil. Gracias, hermana, porque tus sobresaltos nos enseñan el camino…

sábado, 25 de octubre de 2014

Tantas veces

Tantas veces

Tantas veces pensé un poema,
tantas veces mi mano arrugó el papel que escribía
               tu sonrisa
o tus ojos
o tu pelo,
tantas veces mi sueño se durmió con tu imagen,
tantas veces.
Y no he sabido.

Tantas veces, que hoy he guardado la pluma
en un cajón del último mueble de la casa,
en el cuarto del fondo,
donde viven fantasmas cubiertos por las sábanas
                blancas
de nuestros recuerdos.

Yo,
que hasta ahora amaba las palabras,
las repudio, y
he pensado en no pronunciarlas jamás.
Olvidaré la que nombra tu nombre,
la primera,
más tarde, vaciaré de letras las que me hablen de ti.
Acabaré con todas y, entonces,
volveré a por la pluma ya seca e imaginaré
         tu nombre,

Lucía.

domingo, 19 de octubre de 2014

Locos

Locos

Conozco a muchos locos, sí,
de los que piensan que vestirse con trajes
de colores sensatos y acudir a misa,
a la misa de los hijos no bastardos de Dios,
no viene escrito en ningún catálogo.
De los que prefieren cantar o llorar, da igual,
por las calles vacías de la ciudad
cuando los coches apenas compiten
por atropellar a un peatón en los pasos de cebra.
Que usan las horas para hablar de sus cosas
con ellos, con los mismos locos,
y que no conocen al Presidente
o que vomitan al paso de los ramos de flores
con solo un perfume, el de los reyes.
Que tiñen su piel de distintos colores
sin importar la mirada de los cuerdos.
Voy al cine con ellos
y me siento en su misma butaca;
enciendo la radio para escuchar sus programas
de música clásica.
Son locos pequeños, o grandes, o rubios,
y algunos se sientan en los bancos del parque
que un día existió frente al portal de tu casa.
Se esconden desnudos tras el cristal
de la ventana y te miran a los ojos juiciosos
sin escupirte, porque ellos no escupen
como lo haces tú cuando te encuentras con ellos.
Son locos que callan cuando hablas, que ríen cuando ríes,
que besan cuando besas, que hablan cuando callas,
que se sientan descalzos a la mesa
y comen con cubiertos de miel de abejas
sobre manteles de hierba y de flores.
Que cantan canciones de amor
bajo balcones saturados de Julietas.
Visito a menudo sus manicomios y te puedo decir
que conozco a casi todos.
Son locos.

domingo, 12 de octubre de 2014

ByMe PUB de La sombra de las horas



Hoy os dejo con uno de los relatos que os cuento en La sombra de las horas y con el micro que le antecede y se resguarda en él.


NUESTRA PELÍCULA

La de los días de lluvia estaba ahí, sobre la estantería, como si permaneciese escondida esperándome tras los libros que acababa de guardar. Recordé la figura de Clint Eastwood, empapado, esperando a que Meryl Streep se decidiese a salir del coche, y a nosotros en el sofá,  con un nudo en la garganta, expectantes, animándola en silencio a que se fuese con él, sin quitar ojo del televisor. Cuántas tardes lluviosas como esta. La volví a poner y, mientras cerraba la maleta sobre el sofá vacío, Clint, en la pantalla,  arrancaba su coche y, solo, se perdía calle arriba.



 ByMe PUB


 Hay veces en la vida que es mejor callarse. Se lo oía decir a mi padre en muchas ocasiones cuando era un niño. Y me lo repitió unas cuantas veces a lo largo de toda su vida. No era una frase suya, es cierto, es una frase que seguro que todos los hijos han oído decir a sus padres. Pero él era mi padre y esas palabras eran para mí.
Y todas las mañanas me he levantado con la dichosa pregunta de aquella noche dando vueltas a la cabeza. Todas las mañanas que la resaca me lo ha permitido. ¿A qué hora cerráis? Así de simple. Una interrogación que ni el peor novelista utilizaría en la peor de sus novelas. Una interrogación que se dice y se oye millones de veces al día en el supermercado de cualquier ciudad. O en cualquier gasolinera en mitad de cualquier autopista. Es imposible que una pregunta como esta pueda marcar la vida de nadie.
-¿A qué hora cerráis?
Mientras salían esas palabras de mi boca leía, una vez más, el revés de las letras góticas biseladas en el cristal opaco que separaba la última fila de mesas del local con la calle. Una be mayúscula a la derecha, después, a su izquierda, una i griega minúscula, después una eme mayúscula y a continuación una e minúscula. Un mínimo espacio las separaba de otras tres letras mayúsculas y de mayor tamaño, la pe, la u y la be. “ByMe PUB”. Todo ello formando un semicírculo. 
Mi cuerpo giró con el taburete y unas gotas de la copa de ron cayeron sobre el mostrador mientras los cubitos de hielo chocaban entre sí y me dedicaban su helada melodía. Al otro lado de la barra Byron concentraba su atención en elaborar uno de sus exquisitos cócteles. Siempre concluía la noche saboreando uno. Mery contaba los billetes que rebosaban la gaveta de la caja registradora de mediados del siglo pasado que daba un toque de misterio al pretendidamente moderno local. Era una de esas máquinas con manivela a la derecha y cuatro filas de teclas iguales que las de las máquinas de escribir antiguas, de las Olivetti, redondas, planas, con un reborde metálico que cercaba un cristal debajo del cual se escondían las letras blancas sobre el fondo negro y que adornaban su panzudo cuerpo. A mi derecha un caballero con bombín, que no se había quitado en toda la noche, contemplaba los movimientos rápidos de los dedos de Mery sobre los billetes. Al menos eso era lo que parecían enfocar sus vidriosos ojos. Y a mi izquierda el descascarillado mostrador sin una copa sobre él y con una hilera de taburetes vacíos bordeándolo.
A nadie parecía interesarle lo más mínimo contestar a esa pregunta. O quizá es que nadie me había oído, para qué oír una cuestión tan falta de sentido como esa. Yo sabía perfectamente la hora de cierre. Byron y Mery sabían perfectamente que yo sabía la hora de cierre. Y el señor del bombín seguía dando vueltas por su mundo.
-Creo que en cinco minutos.
La voz me llegó por la espalda. Mi estado no me permitía adivinar nada más. Las palabras habían alcanzado mi espalda, pero no sabía de dónde provenían, de cuál de las tres filas de mesas que me separaban de la puerta de entrada al local.
Volví la cabeza y vi una mujer de exagerados y largos rizos cobrizos que caían sobre sus reducidos pechos apenas ocultos por la trasparente blusa, y que hojeaba un periódico de desproporcionadas páginas que descansaba sobre la mesa. Unos grandes labios de recargado tono carmesí competían con unas sonrojadas mejillas. Su espalda no lograba reposar sobre el respaldo de la silla que casi topaba con el cristal que separaba el garito de la calle. “ByMe PUB”. Volví a leerlo.
Todos los días de todo el año terminaba en aquel antro a tomar las últimas copas antes de subir a mi apartamento que me esperaba en el portal de enfrente. Algunas noches, al acabar la jornada laboral, me acompañaba a la primera el oficial; otras, a la segunda, pero hacía más de un mes que se iba directo a su casa.
-Hoy no puedo quedarme, lo siento. A ver si mañana…
Su mujer y su hija eran una razón más que suficiente para que abandonase esa copa que amenazaba con convertirse en costumbre y en un peligro para su estabilidad familiar. A mí no me esperaba nadie, sí, Kafeto, pero él no reparaba en la hora ni en mi estado. Por las noches, al atravesar la puerta, él restregaba su peludo lomo sobre mis pantorrillas y emitía unos tímidos ronroneos antes de volver a su rincón. Llevábamos catorce años de vida en común y de respeto mutuo. Sin compromisos. 
Nunca la había visto por allí, ni siquiera por el barrio, por las cuatro manzanas  que encerraban mi existencia. Mi apartamento al otro lado de la calle, el ByMe y, en la avenida paralela, la oficina. Algún fin se semana visitaba a mi madre en la casa del pueblo donde vivía con mi hermana. En ocasiones salía a un cine del centro con Berta antes de que pasásemos la noche en mi casa. Durante los últimos catorce años eran los únicos que habían compartido conmigo esas cuatro paredes: Kafeto, a todas las horas, y Berta, diez o doce noches al año. Era la primera vez que veía esa cara y estaba seguro que de haberla visto antes la recordaría.
-Nunca te he visto por aquí.
Me senté en la silla y ella recogió el periódico en cuatro pliegues. Mi rodilla se tropezó con la maleta roja de mediano tamaño que nos separaba.
-Acabo de llegar esta tarde a la ciudad. Estaba buscando en el periódico alguna pensión para pasar las primeras noches. ¿Conoces alguna?
Al apagarse las luces de neón del letrero exterior del pub su cabello rizado adquirió un tono distinto, vi que el color cobrizo se había convertido en un perfecto color castaño natural, brillante. La bruñida piel de su cara, tan cerca, dejaba descubrir debajo de aquellas capas de cosméticos una suavidad y una juventud que desde la distancia me había sido imposible adivinar. Hasta sus labios perdieron aquella exageración  que hace un momento aprecié. No lo dudé un instante, ni la hora ni el alcohol me permitieron dudar.
-Pues yo creo que este no es el lugar para una hermosa chica como tú. Yo vivo ahí, en aquel portal, y tengo un sofá cama siempre disponible. Mi gato está ya viejo. Te husmeará un poco y después no te molestará.
-Perdona que haya sido tan directa, pensarás lo peor de mí, pero es que estoy desesperada y, aunque tú no te has fijado, llevo un buen rato aquí, te he observado y me has merecido toda la confianza.
-Pues no deberías fiarte…
Sonreí y ella me correspondió con el abismo de sus negros iris. En ese momento el hombre del bombín pasó a nuestro lado y, antes de desaparecer por la puerta, tropezó con la mesa y terminó de vaciar el escaso ron que aún contenía la copa sobre mis pantalones. El hombre del bombín ni se enteró.
-¡Señores! ¡Hora de que nos vayamos a casa!
Byron hizo un cariñoso gesto solicitándonos clemencia.
-Hasta mañana, chicos.
Cruzamos la calle antes de que nos alcanzase la riada que cada noche fabricaba la estruendosa máquina del Ayuntamiento y subimos al cuarto piso. Todo estaba en perfecto desorden. Mientras Kafeto fiscalizaba a la intrusa yo me encargué de desalojar el sofá y convertirlo en una confortable cama. Esa mañana guardé en el armario un juego de sabanas limpias. Estuvimos en el cine Berta y yo la semana pasada, por lo que no esperaba tener que usar un nuevo juego de sábanas en algún tiempo. Uno hace cosas sin motivo aparente que luego encuentran una razón.
-¿Quieres la última?
Era la pregunta retórica, indispensable. Un buen galán de una buena película en blanco y negro de la época dorada de Hollywood no debe pasar por alto terminar o empezar una conquista con esa propuesta. Y nunca había que temer a la respuesta.
-Llevo un día muy largo y además me tomé una copa en el bar. Mi cabeza no me va a permitir otra. Espero que no te parezca descortés.
Descortés no me pareció, para entonces ya me tenía  a sus pies por completo. Una mujer que en la distancia vi como una buscona más de las que acostumbraba ni siquiera a mirar se había convertido en una preciosa joven con un enigma imposible de descifrar.
Ahora tenía claro que de no soltar yo la innecesaria preguntita ella no habría abierto la boca. Y cuando Byron se dirigiese a echar el cierre, llorando le rogaría, aunque fuese pagando lo que le pidiese, quedarse en su local a pasar la noche. Un ser tan indefenso no se hubiese atrevido a dirigirse a mí sin encontrar una excusa. Yo pasaría a su lado, y quizá tropezaría con su mesa, y quizá la pediría perdón. Pero no habría reparado en ella.
Salió de mi habitación después de cambiar su ropa por un mínimo pijama de verano.
-¿No te importa que me tumbe?
Asentí con la cabeza. Se durmió de inmediato. Su cuerpo fue el mejor antídoto para mi exceso diario de alcohol. Ni diez cafés bien cargados hubiesen hecho el efecto que había conseguido su contemplación. No pude dormir en toda la noche. Ella estaba al otro lado de la puerta y yo no podía traspasar esa barrera. Al atravesar la ventana el primer rayo de sol acabó por vencerme el sueño.
Me sobresalté y miré el reloj. Las dos de la tarde. De un salto casi me presenté en la puerta, la abrí y mis ojos corrieron hacia ella. Sobre el sofá-cama solo quedaban las sabanas arrugadas. Ni rastro de la maleta. Ni de su ropa. Solo su olor.
Kafeto me dio los buenos días. No le extrañó que me levantase a esa hora, era sábado y en otras ocasiones había tardado más en hacerlo. Él no notó alterada para nada su rutina con la compañía que había tenido esa noche. Tampoco podía preguntarle la hora a la que se había ido. En ese momento pensé que ni siquiera sabíamos nuestros nombres. Ojeé el salón buscando una nota, pero no encontré nada.
Esa noche inquirí a Mery por ella, si la habían visto aparecer por allí, o por la calle. La siguiente noche también. Y así todas las noches.
Maldita pregunta, pensé una noche más.
Aquella noche volví a oírla. De la boca del caballero del bombín que se sentaba a mi derecha.
-¿A qué hora cerráis?
Esperé una respuesta a mis espaldas. Sí, tenía que responderle. No me atrevía a escuchar. No me atrevía a volver la vista hacia el final de las tres filas de mesas que me separaban de la puerta de entrada al local. Pero lo hice. Solo vi la silla vacía y un periódico con unas hojas de gran tamaño sobre la mesa.

Y también leí aquellas letras góticas y en semicírculo biseladas en el cristal. “ByMe PUB”.

domingo, 5 de octubre de 2014

La náusea

La náusea


La boca del estómago es muy sabia; dice siempre las verdades que la otra, la que se transforma en labios, no es capaz de expresar. Como que lo que a veces vomita son años y años de inmundicia tolerada, o como que la náusea no es un fenómeno físico: la produce el poderoso que amasa su fortuna con las manos de los parias que ha engendrado. Yo la escucho con frecuencia.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Esto no es un poema de amor

Esto no es un poema de amor

He pensado en hacerme un encargo:
un poema de amor.
El precio lo negociaré más tarde.
Su piel vestirá desde el primer “He” hasta el último punto.
Usaré “te quiero” las veces que pueda
(no siempre se deja)
y hablaré de sus ojos en todos los versos.
No creo necesario que ella nos pinte sus letras, no,
soy yo el que debe nombrarla; además,
su voz sonará tras cada signo.
El beso tendréis que imaginarlo,
aunque garabatearé sus labios y los míos
entre línea y línea.
No será un poema trágico, ni triste,
porque la muerte no vendrá a navegar
por la tinta de mi pluma, al contrario,
he comprado recambios azules y rojos
para que nunca el negro
sombree el inmaculado folio.
La música (la estáis escuchando)
llegó a primera hora,
incluso antes de hablar yo conmigo,
de conocer mis intenciones.
Solo espero que la inspiración no olvide el camino
y acuda a su hora.
Ya os aviso.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Reseña en Ciao! de La sombra de las horas


Cay, hacía un tiempo que no recibían mis sombras una reseña y te puedo decir que me has obligado a dar unas cuantas vueltas sobre qué decirte... porque... no puedo decir que esta sea la que más me ha llegado... ¡es que se quiere por igual a todos los hijos! y no quiero que se pongan "celosones" los demás. Ya está colocada en la estantería de mi corazón donde guardo las reseñas. Te doy las gracias por tus palabras y, como ya te he dicho en face, por el cariño que leo en ellas y por haberme enseñado matices nuevos de mis sombras. Para mí es muy importante lo que opina el lector de mis historias, ayuda (mucho) a seguir aprendiendo y a seguir escribiendo.
Precioso haiku (y muy certero) y preciosa reseña. Y me temo que con este agradecimiento me quedo corto... ¡Muchas gracias, Cay!
Os dejo que disfrutéis...
 A la sombra del corazón (La sombra de las horas, L. M. Morales) 
Haiku para La sombra de las horas
al abrigaño
del amor que florece
la vida fluye
Querid@s lector@s

Este libro es un regalo por partida dobleen primer lugar porque fue el obsequio de una gran amiga ( Tomy23, a quién se lo agradezco de todo corazón ) y en segundo lugar porque es como un bálsamo para el corazón y para las neuronas tanto por su redacción ( una bella prosa poética ) como por el trasfondo de sus historias, que, tal como dice el propio autor :
>>> Quieren reflexionar sobre la base fundamental de nuestra existencia : el amor. <<<

Este libro es como un cofre del tesoro que contiene doce historias cuyo hilo conductor es el amor, doce historias que tendrán un eco distinto según el estado del corazón del lector que se adentre en ellas.

Aquí os dejo su bonito Booktrailer que refleja muy bien su esencia:
https://www.youtube.com/watch?v=0Nf7TVFkx7E

Muchas gracias a Tomy23 por el libro y a Luis Miguel, por dedicarme el libro de manera tan entrañable

Sobre el autor y datos prácticos sobre el libro

Luís Miguel Morales Peinado nació un abril de 1958 en Madrid, concretamente en Vallecas, donde tienen raíces sus pasos y su corazón. Quizá porque el autor lleva en su nombre el del sin par Cervantes, quizá por haber nacido en el mes en el que se celebra el Día del Libro, el caso es que poco a poco fue creciendo en él la vocación de escritor hasta que, 2009 presentó su microcuento Libertad al concurso radiofónico de la SER Relatos en cadena . Su relato fue seleccionado y publicado en el libro Relatos en cadena 2009-2010 - de la Editorial Alfaguara. Quizá eso le animó a presentarse, al año siguiente (2011), en el X Certamen de Narrativa Corta Carmen Martín Gaite , con la narración El Tiempo , que obtuvo el primer premio.
Luís Miguel tiene un blog,
http://lasombradelashoras.blogspot.com.es/
en el que podéis encontrar entradas diversas que hablan de todo un poco, pero, especialmente, hermosos textos que amablemente comparte con todo aquel que se acerque a leerlos y que nos envuelven con su magia. El autor no escribe todos los días, escribe cuando tiene algo emocionante que transmitir, cuando las palabras
Fotografías
La Sombra de las Horas - Luis Miguel Morales Peinado Portada de "La sombra de las horas"
La Sombra de las Horas - Luis Miguel Morales Peinado
que brotan de su corazón se convierten en ramos de párrafos que nos arropan con su aroma.
La sombra de las Horas , su primer libro, vio la luz en diciembre de 2011 y actualmente va por la segunda edición,cuya presentación podéis ver en este enlace :
https://www.youtube.com/watch?v=hQw6XgiqmQM

Y tiene también página en Facebook :
https://www.facebook.com/pages/La-sombra-de-las-horas/327770703911623

El libro está publicado por la Editorial Círculo Rojo, ISBN: 978-84-9991-850-1, tiene 132 páginas, un formato de 15x21 cm y el precio de la edición en papel es de 10,95 euros (se puede adquirir en El Corte Inglés).
En formato electrónico se puede adquirir en Amazon.es por 1,03 euros (versión para el Kindle) o en El Corte Inglés por 2,68 euros (Autoediciones Tagus).

Luís Miguel está ya trabajando en nuevas obras que ya desde ahora estamos esperando con los brazos abiertos y con el ánimo expectante

Inspirar, espirar, respirar, leer, soñar: el eco del libro en mí


Me encanta leer y, sobre todo, leer relatos y sumergirme en las historias que en ellos se tejen . Por eso me tumbo en una nube blanca para contemplar los que recorren el cielo de las narraciones . Pasan despacito, como si fueran de paseo, las del libro La sombra de las horas y cada uno me susurra al oído su historia, una historia que me emociona, me inspira y me hace soñar .
Ya el título del libro es una elegante metáfora que cada uno puede interpretar a su manera. Porque, en la realidad, las horas no tienen sombra. ¿O sí? Para mí la sombra de las horas me invita a guarecerme del sol de la rutina, ofreciéndome un refugio donde la imaginación y la fantasía campan a sus anchas .
La estructura también me ha parecido sorprendente: cada relato va precedido de un microrelato que, aunque no tiene nada que ver con la narración que le sigue (ni siquiera el título) cual si de una obertura se tratara, nos introduce suavemente en la historia. Cada relato parece un retazo de la vida cotidiana de unos personajes que son tan reales como cercanos y, sin embargo, cada una de las narraciones tiene algo especial, con un punto onírico e incluso surrealista que a la vez nos aleja de la realidad para adentrarnos en la psique del protagonista. Y como muchos episodios de nuestra vida, no tienen un principio y un final bien definidos sino que lo que se relata bien podría continuarse hacia adelante o hacia atrás en el tiempo para seguir haciéndonos disfrutar, emocionar, pensar...
Aunque el amor no se menciona explícitamente en todos los relatos, se respira en casi cada uno de ellos. Esto es lo que me han transmitido y me han hecho sentir y vivir cada una de las narraciones :
*** La realidad cotidiana y los sueños se funden en La sombra de las horas (título del libro y del primer relato) cuando un hombre busca (desesperadamente) escapar a su (aparentemente) inseparable soledad.
*** Un amor distorsionado por la obsesión siempre lleva a la locura, tal como relata Nunca he creído en los fantasmas , crítica elegante y solapada a la violencia machista.
*** El drama de la infidelidad y de los celos nos lleva a vivir historias tremendas y descarnadas como la que narra Las cartas . Cuando uno no es capaz de aceptar la realidad, todo queda distorsionado mientras la paranoia se apodera poco a poco de nosotros y nos lleva a cometer barbaridades imperdonables.
*** El castaño milenario (quizá el relato que más me ha conmovido) es una invitación a plantarse para defender lo que creemos que es justo, para preservar y proteger la naturaleza frente a la devastación causada por la ambición desmedida. Un gesto vale más que mil palabras y, aunque no se vea de inmediato, siempre tiene un eco que puede seguir creciendo con el tiempo.
*** A veces, escapar de la soledad buscando una brizna de amor, aunque dicha soledad esté poblada de seres tan respetuosos con la libertad de uno como Kafeto (un gato) o Berta (una amiga ocasional) lleva a saltar al otro lado del espejo y vivir la realidad de un sueño, tal como le ocurre al protagonista de ByMe PUB
*** El puente es un inquietante relato donde las obsesiones y los equívocos llevan a situaciones delirantes. Una historia que me ha dejado la misma desazón que muchas historias de Allan Poe, igual que el siguiente cuento:
*** El muro es otra turbadora historia que me ha estremecido y me ha dejado con la piel de gallina. Y es que entre el amor y la locura hay a veces una línea muy fina que la ofuscación nos empuja a cruzar. Y luego ya no hay vuelta atrás.
*** Amanecer es una barca, pero también una historia de fantasmas que se hacen tan reales como si fueran de carne y hueso. Porque a veces, cuando no se tienen amigos o cuando el amor de nuestra vida ha muerto, sólo los fantasmas pueden llenar ese hueco abismal que vacía nuestro corazón.
*** Este Diario de un hombre mortal tiene un aire kafkiano, con un final sorprendente que a mí me ha hecho reflexionar sobre la aceptación serena de nuestros propios límites y los de la gente y el entorno en el que nos toca vivir.
*** La libertad, ese preciado tesoro que hay que intentar preservar a toda costa. Pero, ¿qué ocurre cuando uno no es consciente de las ataduras sociales que le atenazan? y ¿qué hacer cuando uno se da cuenta de que la sociedad le constriñe y condiciona todos sus movimientos?. A veces parece que la única salida es retomar la libertad a sangre y fuego, y que las revoluciones pacíficas son simplemente una utopía. Esto es lo que ha inspirado La inapreciable ausencia del liberto
*** De cómo perdí el presente nos habla de que la ciencia es un arma de doble filo que puede utilizarse para el bien de la humanidad o para seguir alimentando, hasta empacharnos, nuestras ansias de inmortalidad. La ciencia puede hacernos más cercanos unos a otros o aislarnos hasta convertir nuestra vida casi en un infierno.
*** El último relato es El tiempo , con el que el autor ganó el X certamen de narrativa corta "Carmen Martín Gaite" . Siempre he pensado que el tiempo no existe, que es en realidad lo que mide este incesante giro de la Tierra sobre sí misma llevando consigo nuestras vidas y todo lo que acontece en ellas. Pero, y si el tiempo existiera como parte de los latidos de un reloj? y si pudiésemos hacer que el reloj de la existencia girara en dirección contraria y pudiésemos volver a empezar a partir de un determinado evento? Ese es el misterio que encierra este relato.
_Terminado de leer el libro, me envuelvo en el chal que me han ido tejiendo estos relatos y me bajo de la nube para volver de nuevo a mi vida de cada día, que ahora contemplo con otros matices, gracias a la luz que arroja sobre ella la sombra de las horas_

¿Pegas o desventajas? No se me ocurre ninguna, salvo que no os gusten los relatos cortos o las historias cotidianas o las narraciones con tintes fantásticos.

Espero que os animéis a leer este estupendo libro que os recomiendo sin titubear, seguro que cuando lo hagáis, también disfrutaréis de todos y cada uno de estos relatos, y sus ingeniosos microrelatos

Muchas gracias por vuestras lecturas y comentariosUn abrazo grande y hasta pronto.

Irma o esa persistente calle de París