Hablaban de un color blanco de cristales minúsculos helados,
de quizá hombres de nariz de zanahoria, de magos que convertían sus pañuelos en
pelotas de trapo, de cánticos alegres en noches de vigilia, de mesas saturadas, de sonido, de ruido, de eco, de luces voladoras. Escuchaba (siempre
escuchaba) y miraba. Sentado alrededor de las mesas (entre ellos) contemplaba
las luces, los magos, el color… Cambió su nariz por una zanahoria y esperó a
que el sol derritiese los minúsculos cristales. Feliz.
Solo se escriben libros para, más allá del propio aliento, comunicarse con otros seres humanos, y así defenderse de la otra cara implacable de la vida: la fugacidad y el olvido. Stefan Zweig. MENDEL, EL DE LOS LIBROS.
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Pues, sí. La felicidad se puede sentir en el lugar más insospechado. Muás, hermano.
ResponderEliminarPuf... a medida que te iba leyendo, veía yo otra cosa menos risueña: hombres con hielo en las venas, insensibles, con nariz de pinocho. (¿en quiénes estaría pensando?... O ¿serían las brumas del día?...)
ResponderEliminarPero lo de "siempre escuchaba" y lo de "entre ellos" me cambiaron la vista ;)
Feliz.
Besotes, LuisMi. Y que tengais una buena salida y entrada de año.