¿Y el lunes?




Hay días que te esperan agazapados tras la puerta del último sueño y que la única misión que deben cumplir es burlarse de ti. Están programados para romper en añicos contra el suelo el vaso con el que acabas de enjuagarte los dientes, para quemarte la punta de la lengua con la leche que calentaste en exceso en el microondas, para hacer desaparecer la corbata que hoy tenías que ponerte, la que te regaló la madre de Elisa. Sí, hoy que vas a comer con ellas para intentar unir lo que ya es imposible aunque vuelvas a desenroscar el tapón del tubo de pegamento con rutinaria ilusión. Porque la madre de Elisa hace mucho tiempo que juega en el equipo contrario, quizá desde que te regaló esa corbata de color amarillo con dibujos que aún no sabes qué significan y recibió tu reproche en forma de beso. El día ha decidido por ti, lo piensas, sabe que no quieres vivir con Elisa, lo sabe. Tú ya no crees que se burle de ti. Le sientes tu aliado. ¡Para qué vas a ir a esa comida! No te importa que por fin aparezca la corbata debajo de los calcetines de deportes del tercer cajón del armario. Fue él, jamás la habrías metido ahí. Él te dice que aunque te hubiese gustado esa corbata y la madre de Elisa y tú os cayeseis muy bien no es tu chica, no es la que quieres para compartir el cojín que usas para dormitar después de comer mientras oyes a los vecinos hablar en la pared de detrás del televisor. No. Das las gracias a la madre de Elisa por odiarte, por regalarte esas corbatas, por no permitir que Elisa y tú viváis juntos, porque Elisa no hace nada que la madre de Elisa no quiera que haga. Le das las gracias a él también por abrirte los ojos, por estar día tras día agazapado, hasta hoy, hasta que hoy te lo ha dicho a la cara, ha roto el vaso, ha quemado la punta de tu lengua. Te colocas la corbata y vas hacia el teléfono. Marcas sus números. Contesta Elisa. Y se lo dices, le dices que encontraste la corbata, que sigues sin saber, y no te importa, qué demonios son esos dibujos, le dices que no vas a comer con ellas, le dices que el día no se burlaba de ti. Y cuelgas. Y te vuelves a la cama. Y ves que el día se acuesta junto a ti. Os dormís.

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