lunes, 29 de junio de 2015

¿Y el lunes?


Pensar


Este fin de semana lo he dedicado por completo a hablarme por teléfono; móvil, por supuesto, para eso tengo la tarifa plana. El sábado me despertó (el móvil), serían las cinco de la mañana cuando comenzó a sonar y me levanté de la cama de un brinco, sobresaltado. Os podréis imaginar que las primeras palabras que me dediqué no fueron muy afectuosas. Estuve a punto de colgarme. ¡A quién se le ocurre llamarse a esas horas! Más tarde parece que me fui calmando y logré soportar una conversación extraña e inoportuna. Me estuve contando cosas que quizá por lo temprano de la hora me resultaron novedosas y eso hizo que fuese tomando confianza conmigo mismo. A las doce de la mañana apenas si guardaba un poso de rencor por el madrugón, es más, es posible que estuviese más despierto que otros sábados a esa hora. Continué hablándome y contestándome, en ocasiones hasta atropellaba a mis propias palabras. No podría concretar de cuántos temas discutimos (no pocas veces acaloradamente) pero tengo la sensación de que me ha servido para conocerme mucho mejor. A veces uno no sabe cómo acierta en las decisiones que toma pero es evidente que ocurre, y en esta ocasión tengo muy claro que atiné de pleno. De no ser porque la batería se me agotó hace unos diez minutos, aún seguiría hablándome sin importarme que a estas horas ya debiera estar vistiéndome para ir al trabajo. Es lunes y son las siete de la mañana. Justo antes de morir el móvil he podido comprobar que tenía unas veinte llamadas perdidas, unas cuarenta notificaciones del “face” y unos cien “whatsapps” pendientes. Creo que ya sé lo que voy a hacer con él (el móvil). Lo voy a incinerar y esparciré sus cenizas en el interior de una tienda de telefonía móvil. He decidido que a partir de hoy ya no lo necesito para pensar, incluso voy a hacer todo lo posible para sobrevivir sin él (sin el móvil).

4 comentarios:

  1. Siempre nos queda esa opción: incinerarlo. Besicos.

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  2. Te recomiendo que lo apagues durante la noche y a la hora de la siesta. Echarlo al fuego es peligroso. A veces, resurgen de las cenizas. Muás.

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  3. Y pensar que hasta hace poco vivíamos sin él... Y lo bien que se podía escaquear una diciendo: Ah, mi no sé quién...no me ha dicho que has llamado! Ays, aquellos años...
    Besotes!!!

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  4. Vaya, en esta ocasión no me habéis solucionado nada... Tendré que llamarme otra vez este finde... ¡Gracias por venir y muchos besazos!

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