sábado, 25 de julio de 2015

Morib(m)undo


La NASA ha logrado la fotografía perfecta. Nítido. Ni siquiera una grieta que asuste. Ese azul. Quizá sea la lucidez que se pasea ante el moribundo. 

lunes, 13 de julio de 2015

¿Y el lunes?


Generación Subway de Playa de Ákaba

Este lunes os hablo de la Generación Subway, que nació el año pasado de la mano de la editorial Playa de Ákaba y en la que este año tendré la oportunidad de participar en el segundo volumen editado, tanto en poesía como en relato breve. Os dejo el enlace a la web de la editorial en la que podréis saber algo más del ideario Subway, y también comparto con vosotros la emoción de alguien que espera la llegada del mes de octubre para que un nuevo tren parta de la estación. Acompañado de grandes escritores y amigos. Y entre ellos una poeta y escritora muy especial: Concha Morales. 


...No vieron nada, era imposible en aquel espacio ocupado por un solo color, el negro. Otra vez el túnel como si atravesase la ciudad por las interminables avenidas ocultas de su metropolitano. Se tendió sobre la cama. Acarició el anillo. Solo el roce de las yemas de sus dedos. Escozor. Combustión. Inicio. Una puerta lejana se abría... (De Ada, mi aportación al volumen de relato breve)

lunes, 6 de julio de 2015

¿Y el lunes?




Hay días que te esperan agazapados tras la puerta del último sueño y que la única misión que deben cumplir es burlarse de ti. Están programados para romper en añicos contra el suelo el vaso con el que acabas de enjuagarte los dientes, para quemarte la punta de la lengua con la leche que calentaste en exceso en el microondas, para hacer desaparecer la corbata que hoy tenías que ponerte, la que te regaló la madre de Elisa. Sí, hoy que vas a comer con ellas para intentar unir lo que ya es imposible aunque vuelvas a desenroscar el tapón del tubo de pegamento con rutinaria ilusión. Porque la madre de Elisa hace mucho tiempo que juega en el equipo contrario, quizá desde que te regaló esa corbata de color amarillo con dibujos que aún no sabes qué significan y recibió tu reproche en forma de beso. El día ha decidido por ti, lo piensas, sabe que no quieres vivir con Elisa, lo sabe. Tú ya no crees que se burle de ti. Le sientes tu aliado. ¡Para qué vas a ir a esa comida! No te importa que por fin aparezca la corbata debajo de los calcetines de deportes del tercer cajón del armario. Fue él, jamás la habrías metido ahí. Él te dice que aunque te hubiese gustado esa corbata y la madre de Elisa y tú os cayeseis muy bien no es tu chica, no es la que quieres para compartir el cojín que usas para dormitar después de comer mientras oyes a los vecinos hablar en la pared de detrás del televisor. No. Das las gracias a la madre de Elisa por odiarte, por regalarte esas corbatas, por no permitir que Elisa y tú viváis juntos, porque Elisa no hace nada que la madre de Elisa no quiera que haga. Le das las gracias a él también por abrirte los ojos, por estar día tras día agazapado, hasta hoy, hasta que hoy te lo ha dicho a la cara, ha roto el vaso, ha quemado la punta de tu lengua. Te colocas la corbata y vas hacia el teléfono. Marcas sus números. Contesta Elisa. Y se lo dices, le dices que encontraste la corbata, que sigues sin saber, y no te importa, qué demonios son esos dibujos, le dices que no vas a comer con ellas, le dices que el día no se burlaba de ti. Y cuelgas. Y te vuelves a la cama. Y ves que el día se acuesta junto a ti. Os dormís.

Irma o esa persistente calle de París