lunes, 23 de marzo de 2015

II Certamen de microcuentos Vallecas Calle del Libro


Podéis ver las bases también en la web de Vallecas Todo Cultura

Volvemos con la segunda edición del Certamen de microcuentos Vallecas Calle del Libro. Nada más que os digo que calentéis los dedos o la pluma y que el día 1 de abril se abre el plazo. Todos los que el año pasado comenzamos con esta aventura guardamos un recuerdo imborrable por el nivel de los textos y la participación. ¡Suerte a todos! ¡Os esperamos!


BASES del II Certamen de microcuentos Vallecas Calle del Libro (edición 2015)

1.    Los microcuentos serán de tema libre con la única condición de que en ellos aparezca la palabra barrio, con una extensión máxima de 200 palabras, título incluido. Cada escritor solo podrá enviar un microcuento a la dirección de correo electrónico certamenvallecastodocultura@hotmail.com.
En el asunto debe figurar exclusivamente: II Certamen de microcuentos Vallecas Calle del Libro. En el cuerpo del mensaje solo debe escribirse si se opta a la modalidad de “residente en Comunidad de Madrid o a la de “residente en resto de España”.
Se adjuntarán dos archivos, uno de ellos nombrado con el título del microcuento participante, y que lo incluya,  y otro con dicho título y la palabra plica a continuación. En este segundo archivo se incluirán los datos personales del participante: Nombre y apellidos, teléfono móvil y dirección de correo electrónico.
Los textos serán originales, inéditos en todos los medios y/o soportes (incluido Internet). No pueden haber sido premiados en ningún certamen anteriormente.
No podrán presentarse a la edición de este año 2015 los dos ganadores de la edición 2014 del certamen.
2.    Se establecen dos modalidades: Escritores residentes en Comunidad de Madrid y Escritores residentes en resto de España. Sin límites de edad ni nacionalidad.
Los dos ganadores formarán parte del jurado en la edición del siguiente año.
3.    La convocatoria queda abierta a partir del día 1 de abril de 2015 y se cerrará el día 16 de mayo de 2015, ambos inclusive.
4.    La mecánica para la elección del ganador de la modalidad “residente en Comunidad de Madrid” será la siguiente:
El jurado elegirá entre todos los microcuentos recibidos para esta modalidad cinco finalistas que deberán estar presentes en el acto que se celebrará en la Librería Muga (Avda. de Pablo Neruda, 89), el día 28 de mayo de 2015 a las 19:00 horas. En ese acto se dará a conocer el nombre del ganador o ganadora, procediéndose  a la lectura  de todas las obras finalistas y a la entrega de premios. Si en el momento de comunicar la condición de finalista este no pudiese acudir al acto deberá nombrar a un representante o, de lo contrario, se entenderá que renuncia al premio.
Para la modalidad de “residentes en el resto de España” el jurado elegirá el  microcuento ganador, comunicándoselo posteriormente al autor o autora de la obra.
5.    Premios.
1.Modalidad de “residente en Comunidad de Madrid
Ganador: Diploma, un lote de libros y un vale de 40 euros a canjear en la librería Muga.
Segundo clasificado: Diploma y un lote de libros.
Tercero, cuarto y quinto clasificados: Diploma y 3 libros.
2.Modalidad de “residente en resto de España”
Ganador: Diploma y un lote de  libros.
6.    Jurado.
El Jurado estará constituido por: Manuel Rico en representación de Bartleby Editores, Pablo Bonet en representación de la Librería Muga, Concha Morales en representación del grupo Poekas, Cástor Bóveda y Luis Miguel Morales en representación de Vallecas Todo Cultura, y los dos ganadores de la edición anterior del certamen, Freya García y Andy Vinci.

                                                                                            Marzo, 2015





miércoles, 4 de marzo de 2015

"De repente" de El dedo índice de mi mano izquierda



Y, de repente, un día, encuentras la piedra que llevas en el zapato toda la vida. La localizas, justo debajo del dedo meñique que encoges para intentar que no vuelva a desaparecer. Hoy has tenido una gran idea, no te has puesto los calcetines, querías localizarla a toda costa antes de que se te escondiese en alguno de los dos zapatos, porque tú sabes que siempre está ahí, aunque no la sientas, aunque unas veces aparezca en el izquierdo y otras en el derecho. Siempre. Cuando más confiado estás, se te clava, te dice que aún continúa ahí, contigo. Hoy no te has puesto los calcetines para sorprenderla, para apresarla. Y lo has conseguido. Te sientas sobre la cama, te descalzas, colocas el pie sobre tu rodilla y la ves. Haces una pinza con dos dedos de la mano y la atrapas entre sus yemas. La miras. Una piedra. Te das cuenta de que no es tan grande como pensabas, de un color que no te paras a reconocer, cuadrada. La colocas cuidadosamente sobre la colcha y te levantas. Con un pie calzado y el otro no. La vuelves a coger y te diriges, con ese cojeo forzado, al zapatero. Sobre él, la dejas. La miras de nuevo. Crees reconocer en ella al capullo que te hacía la vida imposible de pequeño, en el colegio, a la rutina que te obliga a levantarte todos los días jurando que mañana no vas a ir a trabajar, que hoy es la última mañana que despiertas a tu sueño con esos señores que no hacen más que joderte con sus charlas en la radio, a la tos que te machaca hasta que sorbes las primeras gotas de café, al coche que te está esperando en el garaje para llevarte a ese asfalto que él necesita y que tú aborreces. Por fin. Te sientes liberado. Te quitas el otro zapato y te pones los calcetines. Te vuelves a calzar. Das dos, tres, cuatro pasos. Recorres el pasillo un par de veces. Sí. Eres libre. Hoy vas a ir caminando al trabajo, vas a llegar y le vas a decir al jefe que la piedra la has dejado en tu dormitorio, sobre el zapatero, que te prepare el finiquito, que vas a perder su “careto” de vista. No, mejor eso no se lo dices hasta que tengas el cheque en la mano. Vas a pasear todo el día por la ciudad, con el coche en el garaje, quieto, abandonado. Abres la puerta y llamas al ascensor. Sales a la calle y te parece flotar sobre la acera. Doblas la esquina y te paras un momento a contemplar la avenida. Y, de repente, el vacío, el hueco en tu zapato. La piedra. No está, la echas de menos, la necesitas. Te vuelves, corres, abres el portal de tu casa y casi atropellas al vecino del segundo sin decirle un “perdón”, subes los peldaños de dos en dos, la llave, no encuentras la llave en tu bolsillo, sí, abres la puerta, la estampas contra la pared del pasillo, te lanzas a por ella, sobre el zapatero, de una patada arrojas el zapato sobre la cama, tiras el calcetín al suelo y escondes la piedra debajo del dedo meñique, la aprietas, que no se caiga. Inhalas todo el aire que te permiten los pulmones y caes sobre la cama, boca arriba, con el techo de testigo. Exhalas. Te incorporas hasta sentarte. Recoges el calcetín y lo arrastras despacio sobre la piel, para que no se caiga la piedra. La sientes, resguardada. Te estiras hasta el zapato que está casi sobre la almohada. Te lo pones. Te levantas. La sientes. Sales de tu casa más tranquilo, cierras la puerta despacio, llamas al ascensor y marcas sobre el botón del segundo sótano, el del garaje. Te acomodas sobre el asiento y giras la llave de contacto. Mientras se abre el portón escuchas el ruido del motor. Plantas el pie sobre el pedal y la sientes. Aceleras.

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Irma o esa persistente calle de París