Hablaban de un color blanco de cristales minúsculos helados,
de quizá hombres de nariz de zanahoria, de magos que convertían sus pañuelos en
pelotas de trapo, de cánticos alegres en noches de vigilia, de mesas saturadas, de sonido, de ruido, de eco, de luces voladoras. Escuchaba (siempre
escuchaba) y miraba. Sentado alrededor de las mesas (entre ellos) contemplaba
las luces, los magos, el color… Cambió su nariz por una zanahoria y esperó a
que el sol derritiese los minúsculos cristales. Feliz.
Solo se escriben libros para, más allá del propio aliento, comunicarse con otros seres humanos, y así defenderse de la otra cara implacable de la vida: la fugacidad y el olvido. Stefan Zweig. MENDEL, EL DE LOS LIBROS.
miércoles, 24 de diciembre de 2014
viernes, 5 de diciembre de 2014
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Ajenos
Distraídos, serenos, dueños de la impunidad,
como si no quisieran nada de ti,
hacen malabares sobre el filo de un instante,
ausentes, incapaces de mirarte a los ojos.
Distraídos, serenos, dueños de la impunidad,
tarde o temprano dominarán
el segundo que creíste ganado,
el segundo antes de mesarte los cabellos
y esparcirlos por el aturdido viento de la noche,
junto al sueño deshecho.
Distraídos, serenos, dueños de la impunidad,
ajenos a nada y a todo, letales. Y tuyos.
Porque tú los creaste,
porque fuiste el culpable de que un dios ateo
engendrase en tu mente la simiente del caos
que ahora mece tu alma.
Distraídos, serenos,
dueños de la impunidad.
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