Un año más, y vamos por el sexto, se repitió en Vallecas una jornada entrañable. Un día que estuvo a punto de desaparecer del calendario cultural del barrio. Desde Vallecas Todo Cultura, la librería Muga y la Cervecería Cruz Campo, entre otros, se apostó por que esto no ocurriera y yo aporté mi granito de arena, como secretario de un magnífico jurado, para que, al menos, se pudiese celebrar la edición de residentes en la Comunidad de Madrid, dividida en dos categorías: Edad igual o menor a 16 años y Mayores de 16 años. Esperemos que el año que viene podamos repetir, al menos, estas dos categorías. Por nosotros no va a quedar.
Muchísimas gracias a los participantes y a los que llegaron al final para representarlos. Fue un verdadero placer compartir con ellos mesa y librería. Os dejo con los relatos ganadores. Disfrutadlos.
Microrrelato ganador Edad igual o menor a 16 años
Autora: Celia Ortiz Buzarra
ACUSACIÓN
INJUSTA
Encima
ahora dices que es mi
culpa que falleciera –su indignada exclamación reverberó por todo
el barrio. Resopló ante la acusación a la vez que limpiaba su daga,
antes escarlata.
Microrrelato ganador Mayores de 16 años
Autor: Agustín
García Aguado
PRIMER
DÍA DE ADULTO
Fueron
días muy ajetreados. Mientras la tía Lola se ponía de parto, papá
decidió someterse a su operación de cataratas. No se hablaba de
otra cosa en el barrio, y yo no entendía nada. Mamá y yo comenzamos
las visitas al hospital de buena mañana. Primero nos colamos en el
materno infantil disfrazándonos de médicos. Con nuestras batas
blancas y nuestros fonendoscopios, podíamos entrar en los paritorios
sin despertar sospechas. De este modo pudimos ver el nacimiento del
primo Luis a través de cristales. Conforme asomaba la cabecita mamá
disparaba la réflex sin poder contener la risa. Después, con un
montón de fotos del neonato, nos perdimos en un laberinto de
pasillos hasta llegar a oftalmología. Allí papá parecía
esperarnos en una camilla en las puertas del quirófano con los
brazos cruzados sobre el pecho y temblando de frío. Nadie vio cómo
mamá, después, de estamparle un beso en la frente, extrajo unas
tijeras del bolsillo y le hizo su labor de poda entre las piernas.
“Ya no tendrás más hermanos primos, hijo mío...”, dijo para sí
cuando salimos del hospital. Aquel día me dejaron beber mi primer
vaso de vino con la comida.
Microrrelato 2º clasificado Mayores de 16 años
Autor: Miguel Ángel Page Hernández
EL
EMISARIO
A Javier Ximens,
i.m.
Después
de que aquello sucediera, comenzaron a aparecer palabras por los
lugares que solíamos frecuentar. Al principio no le di importancia,
pues los grafitis siempre habían inundado los muros y cierres
metálicos del barrio. Pese a lo extraño de no ser las típicas
frases revolucionarias, estos eran vocablos como abrazo, soñar o
pluma. Cuando empecé a encontrar palabras como jofaina, trébedes o
feligrés, deduje que aquello no podía ser fruto de la casualidad.
Estaba intentando comunicarse conmigo. Durante semanas agrupé todos
los términos que pude encontrar, dando forma a un sinfín de
combinaciones hasta armar un microrrelato. Hoy acabo de terminarlo, y
deseo con todas mis fuerzas que sea él quien se lleve el gato al
agua.
Microrrelato 3er clasificado Mayores de 16 años
Autor: Javier Esteban Jiménez
LA PRIMA MARGA
El tío Andrés vino de Argentina con canas en la barba.
-¡Niños: os traigo una sorpresa! –nos dijo.
Después sacó una tiza del bolsillo y dibujó un círculo en el suelo.
-Esto es un agujero –añadió-. ¡Asomaos! Dentro del agujero está la Casa Rosada, los conciertos de rock de San Telmo, el estadio del Boca, las madres de Plaza de Mayo.
Pero no era fácil hacer volar la imaginación. Escuchábamos atentos sus historias de Argentina, nos asomábamos al agujero y no veíamos nada.
Hasta que llegó la prima Marga. Comía pipas con arrogancia. “¡Apartaos!”, dijo Marga, y el primo Javi, que era mayor que yo, también se asomó al agujero. Marga iluminó su cara al ver aquello, dio un paso atrás y nos miró con altanería.
-Tenemos que salir del barrio –dijo Marga-. Buenos Aires es bella.
La prima Marga se fue de aquí, años después, y el tío Andrés murió de viejo. Marga regresa de vez en cuando al barrio y nos cuenta historias de sus viajes. Javi y yo la escuchamos prudentes, envejecidos, nos asomamos al agujero y seguimos sin ver nada. Pero a Marga le decimos que sí, le decimos a todo que sí.
Microrrelato 4º clasificado Mayores de 16 años
Autora: Mercedes Alonso Gómez
LA
RESACA
El barrio amaneció
ayer con un nuevo mural en la pared del edificio que hay frente a mi
casa. Fue lo primero que vi al asomarme a la ventana: el mar de
fondo, un grupo de palmeras y las olas lamiendo el borde de la acera
mientras el sol se colaba por una esquina iluminando la arena.
Por la noche, sin
embargo, el mural había cambiado. No había rastro del mar ni de las
olas, y en el lugar que antes ocupaba el sol había aparecido una
luna menguante. Bajo la luna, pude distinguir el perfil de varios
edificios a lo largo de una estrecha calle. La figura de una mujer
emergía en el centro de la calzada con la cabeza vuelta y un gesto
de miedo en su rostro, visiblemente asustada por la silueta de un
hombre que la seguía a escasa distancia.
Esta mañana al
levantarme, he mirado nuevamente por la ventana. El mural seguía
allí y el mar había regresado junto a las olas y el sol. Pero algo
había cambiado. En la arena, junto a los restos de conchas y algas,
el cuerpo de una mujer yacía inerte y con la ropa desgarrada.
Autora: Silvia
Asensio García
MUJER
BIÓNICA
Hace
tiempo que vengo experimentando síntomas extraños. Todo comenzó
con aquellos implantes a causa de la piorrea. Cuando desperté de la
anestesia, que estuvo a punto de costarme la vida, mi hermana me
abrazaba y yo era incapaz de sentir emoción alguna.
Una
caída por el barrio supuso una placa permanente para mi hombro
derecho. Mi bíceps no volvió a ser el mismo, ni yo tampoco. Además
de una inusitada fuerza en el brazo, me di cuenta que ya no me reía
con las bromas de mi amiga Carmen que siempre me habían hecho tanta
gracia.
Con
el paso de los años me fui volviendo más torpe. Me fracturé la
cadera y me colocaron una prótesis. Ya no lloraba con las películas
de amor ni en los entierros. Cada vez me sentía menos humana.
Ahora
que mi corazón empieza a fallar y que el cardiólogo me ha sugerido
un cambio de válvulas, me temo lo peor.