En mi barrio las hojas de papel blanco no solo guardan
palabras, guardan sentimientos.
Sentimientos de escritores como Fernando, Sandra, Manuel, Rocío, Patricia y
Manuel (sí, otro). Doscientas palabras contienen tantos... Y en mi barrio, ayer por la tarde, nos
emocionamos Koncha (con K), Antonio, Pablo, Manuel (sí… otro Manuel), Pepe,
Freya, Luis Miguel y los vecinos que se acercaron a nuestra librería Muga, al escuchar
(o quizá volar) a “la vecinita de al lado”, a “la anciana con ese tipo raro y
culto…”, a “la Juana”, a “los huevos de
avestruz”, a “la niña sola…”, a “la Comunidad”. Entre Vallecas Todo Cultura, Bartleby Editores, Poekas y la
librería Muga, seguiremos intentando sacar adelante cada año en mi barrio, en nuestro
barrio, en esta Vallecas cuya única frontera es ese azul que encontramos,
siempre, ahí arriba, vuestro Certamen de microcuentos Vallecas Calle del Libro. Ahora, a volar (sin quizá)…
Ganador
Comunidad de Madrid (Fernando González del Hierro Cilla)
La solemnidad del momento
LA VECINITA DE
AL LADO, con la música zumbando a todo trapo, su madre canturreando en la
cocina mientras la olla exprés pita como una condenada, el gordinflón del tercero
arrastrando lo que parecen bloques de hormigón, el bestiajo de arriba
aporreando el tambor, un nene que berrea sin dar tregua, el mecánico martilleo
del ascensor... Y en la calle, bocinazos por doquier, una ambulancia que aúlla
sin cesar, el camión del butano atronando al barrio entero, la machacona cantinela
del chatarrero ambulante, ese perrazo de enfrente que no se calla ni a tiros, un
avión de reacción en vuelo rasante, dos enamorados que se pelean, la risotada
de un viandante al pasar bajo la ventana, frenazos, chirridos, golpes, gritos...
—¡Ya está bien,
esto es demasiado!... ¡Así no hay forma de concentrarse ni de hacer nada de
nada! —ruge Silverio, el solitario del primero derecha, con la gruesa soga
anudada al cuello, incapaz de hallar el momento apropiado para saltar de la
silla con la solemnidad y el sereno dramatismo que el momento requiere.
Ganadora
resto de España (Sandra Monteverde Ghuisolfi)
Libros, libros
A primera vista los libros se apilaban sin orden ni
concierto. Los había de todo tipo: gruesos tomos de enciclopedias con mapas,
figuras y exhaustivas explicaciones de inverosímiles lugares, rarísimos
animales e inventos increíbles, diccionarios tipo mamotreto con finísimas e
infinitas páginas de bordes dorados, colecciones completas de los maestros del
“suspense”: Chandler, Christie, Ross y novelitas rosa con rastros de pintalabios
en las tapas y hojas amarillentas, arrugadas por inconsolables bautismos
lacrimales.
Tras habituarse al caos, se podía distinguir una especie
de lecho confeccionado con incunables y clásicos primorosamente encuadernados
en cuero con bellas letras en dorado; cuatro taburetes de Stephen King,
Lovecraft, Poe y Hichcock rodeaban una tabla de madera a modo de mesa, apenas
sostenida por varias columnas temblequeantes de coloridos cuentos infantiles.
Escoltada por dos amables enfermeros la anciana
miró desde la puerta sus tesoros primero y su barrio después y resignadamente
se dejó conducir hasta la ambulancia. Tras acomodarla en un sillón, el médico comprobó que estuviera cómoda y segura, luego se
retrepó en el asiento delantero dando orden de partir; finalmente miró la
planilla y rubricó con su firma el diagnóstico: un tipo muy raro y
especialmente culto de Síndrome de Diógenes.
2º Clasificado Comunidad de Madrid (Manuel Peiró Serrano)
Canto de sirenas.
Hoy pensaba en la Juana. La señora que pasea por la
calle con ese chucho enano y lanudo al que habla como si fuera una persona. Esa
Juana que siempre saluda con algo distinto a un hola cuando pasa a tu lado. La
de años incontables, imposible pelo negro y figura fina. La que siempre ha
vivido aquí. Esa mujer que es barrio.
Cavilaba en cómo la costumbre desenfoca y agota la
vida.
El otro día en el bar alguien contaba algo de un
cabrón que dio una paliza tremenda a una mujer ahí mismo, en la plaza. Que la
gente gritaba desde las ventanas y que más de uno salió en su ayuda demasiado
tarde. No le pillaron, pero el parroquiano jura que lo harán. Por éstas, que si no lo hace la policía lo
harían los vecinos.
Y entonces recordé el jaleo que se montó el jueves en
la calle. Estaban las furgonetas del SAMUR, la Policía Municipal e incluso dos
coches del Cuerpo Nacional de Policía. Una sinfonía de flashes y luces
parpadeantes que herían los ojos. Un ruido cacofónico de sirenas desacompasadas
y ayes atronadores.
Hace días que no veo a la Juana.
Finalista Comunidad de Madrid (Rocío Lerma Sánchez)
De lo que se come se cría.
Desde que un bar del barrio
incluyó en su menú huevos de avestruz se han notado ciertas alteraciones entre
los vecinos. Los oftalmólogos han informado del exagerado crecimiento de las
pestañas de sus pacientes y los masajistas no dan abasto para relajar cuellos
que parecen querer alejarse de sus escotes y collares de perlas. En las
emergencias se han dado casos de intoxicaciones alimentarias producidas, según
los correspondientes lavados de estómago, por un consumo desorbitado de flores,
hierbas y saltamontes. De ahí las quejas de algunos operarios de parques y
jardines que afirman haber visto paseantes pastando en el césped. Hasta los
bomberos han tenido que intervenir en el rescate de algunos residentes que
habían escondido sus cabezas en las alcantarillas, asustados por el chillar de
las sirenas o el estruendo de los martillos neumáticos. Según la última hora de
una radio local, cada vez son más los vecinos que vagan por las calles con ojos
inmensos y tristes por no saber volar.
Finalista
Comunidad de Madrid (Patricia Collazo González)
Culpable
A cada vuelta del tambor de la lavadora, observa
preocupada la mancha roja que no termina de diluirse. Ha girado el colchón,
dejando no visible el círculo acusador. Está enferma, pero no puede decírselo a
su padre. Él llegará del trabajo a las nueve y solo querrá ver la tele comiendo
el guiso del sábado recalentado. Por ahora, se las ingenia para detener su mal
con trozos de algodón que renueva periódicamente. Algo malo ha hecho, está
segura. Por eso merece morir con solo once años. Tal como vaticinaran las
vecinas del barrio el día en que mamá murió: una niña sola con su padre, no
iría por buen camino.
Finalista
Comunidad de Madrid (Manuel Montesinos Montero)
La Comunidad
En cuestión de segundos se estrelló contra el suelo derrotado en su
batalla contra la gravedad. Quedó demostrado que ninguna de las partes de su
vertebrado cuerpo era hueca, a excepción de su cabeza, de la que, tras el impacto, manó un hilo
bramante de sangre sólida que circuló por el asfalto de la calle principal de
nuestro barrio, en línea recta, hasta la alcantarilla de la esquina.
Había pasado por el primer piso, a máxima velocidad, en picado,
pero ya en silencio, aceptando su destino inminente, sin gritar,
vencido, con los brazos abiertos en forma de aspas y las palmas de las manos
extendidas, en un último intento de poder llegar a volar a golpe de ala.
En un plano anterior, a la altura del tercer piso, intentó salvarse y
maniobró dos rizos looping para agarrar la cuerda del tendedero que se rompió y le bordó un lazo mortal que le
seccionó el cuello.
Más arriba, desde la terraza, su
mujer, la maestra de ciencias, madre de sus hijos y monitora de vuelo
aficionada, le dio el empujón que todos necesitan la primera vez. Tranquila miró
cómplice a sus vecinas segura de que le guardarían el secreto.
Fue un verdadero placer compartir con tantos amigos de la literatura esa breve pero intensa velada literaria, de la mano de los "hermanísimos" Concha (o Koncha) y Luis Miguel, esos dos entrañables mecenas de la cultura vallecana y universal que tan bien hacen que se sienta uno. Espero poder seguir compartiendo momentos, lecturas, magia y confidencias con vosotros... Desde luego, contad conmigo para que lo estiméis oportuno. Y, por supuesto, gracias por todo... ¡Viva Vallecas, Calle del Libro, y viva Muga!
ResponderEliminar¡Muchas gracias a ti, Fernando! El tiempo que utilizamos en poder tirar del certamen se da por muy bien empleado cuando se ve el resultado, el de los espléndidos micros de aquí arriba y el de la felicidad que se nos nota en las fotos. Un millón de gracias por tu comentario y por supuesto que seguiremos en contacto, amigo. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarOh, Luis Miguel, gracias una y mil veces por aquella hermosa tarde donde las micropíldoras de los compañeros me llenaron de alegría. Ojalá me hubiera podido quedar más pero había una bebé que solo quiso oír los micros y después salió del encanto y se puso a llorar. Nos encontramos otro día por ahí, seguro. Y, por favor, que las palabras sigan sobrevolando el barrio.
ResponderEliminarRocío, las gracias siempre a ti, a vosotros. Te puedo decir que la bebé sabía lo que se hacía, ¡cómo iba a perderse vuestros micros! Después, a lo suyo, a llamar la atención... Nos vemos, espero que pronto, con otras palabras por encima de nuestras cabezas... ¡Un besazo!
ResponderEliminarNunca es tarde, si el comentario es para agradecer los piropos que recogemos por culpa de la tozudez de un hermano al que le pierde su entusiasmo por difundir la Cultura desde su barrio, a través de su barrio y de las palabras teñidas de "barrio". Besos vallekanos.
ResponderEliminar¡Pues bendito hermano y bendita "cruzada" la suya (y vuestra)! No se me ocurre nada más castizo que eso tan manido de "¡Viva la madre que os parió!" Sin duda, Vallekas se abre al mundo a través de imprescindibles como vosotros.
EliminarParafraseando, querida Koncha, algunos de tus versos, os digo: "Me tomaré con vosotros esa taza de café todas las veces que sea necesario... Lo verdaderamente importante es que la cafetera nunca se quede vacía". Pues eso.
¡Abrazos!
¡Café para todos! y de nuevo muchas gracias a vosotros, Fernando. Espero que pronto nos volvamos a ver entre micros. ¡Un fuerte abrazo!
ResponderEliminar¡Café para todos! y de nuevo muchas gracias a vosotros, Fernando. Espero que pronto nos volvamos a ver entre micros. ¡Un fuerte abrazo!
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