“Para que estén conmigo, con nosotros,
en este salón, mis “virtuales” amigos blogueros, os voy a rogar que cerremos un
momento los ojos. Por favor, solo un momento………….. Ya. Ya están aquí. Bienvenidos.”
Me apetece comenzar esta entrada,
desde mi blog, con las palabras que elegí para teneros a todos vosotros conmigo.
A los blogueros y a los que, sin disponer de un blog, os pasáis por aquí a leer
lo que cuento. En la sala seríamos unos ochenta amigos, (entre ellos, Pablo, nuestro amigo de Lapizplumapapel) pero, en mi corazón,
tuvisteis que estar muy apretados en esos sillones que os dije (¿os acordáis?)
que iba a poner para que os sintieseis dentro de él lo más cómodo posible.
Espero que, aún con las apreturas, os emocionaseis tanto como yo. Porque fue
una tarde, y parte de la noche, que jamás se me olvidará.
Han sido unos días muy duros, muy
intensos (hubo momentos en los que parecía que los problemas que surgían
querían hacerse los únicos protagonistas), los que me han llevado hasta las
veinte horas del día diecinueve de abril del año dos mil doce, hasta ese
momento en el que os presenté las veinticuatro historias que, hace menos de
cuatro meses, se fundieron en una sola para que la Editorial Círculo Rojo las convirtiera en mi libro de relatos y me
las enviara a casa en el interior de cinco cajas. De cinco cajas llenas de
libros y de ilusiones.
“Como os decía, sin vosotros, familia,
yo no estaría aquí. Gracias, Lucía, tú eres la que más ha tenido que soportar
mis nervios por intentar que todo esto saliera bien y a la que más tiempo de
estar juntos estoy robando con mi pluma. Y gracias a todos, a los que estáis y
también a los que no habéis podido estar hoy.”
Me uní con Román (porque ahora soy yo,
Luis Miguel el que está con vosotros), con Julio, con “La sombra de las horas”,
con Koncha (y Kafeto, por supuesto) y con mis sobrinos para hablaros del blog y
de mi nueva vida literaria y para leeros dos relatos que son el alma de mi
libro: EL TIEMPO y LIBERTAD.
Mi hermana Koncha regaló a mi libro sus
palabras, como siempre repletas de poesía.
Os sugiero que os tumbéis un ratito a la
sombra de “EL CASTAÑO MILENARIO”: Un cuento ecologista donde se mezclan en una
pócima mágica la amargura y el
desencanto ante el inevitable deterioro de la naturaleza, avasallada por la mano del hombre.
Y por último, quise exponeros una idea
que rondaba por mi cabeza.
“El arte puede venir envuelto, como un
caramelo, de mil formas: las sedas que abrazan el cuerpo femenino tejiendo
sensuales movimientos al son de una melodía; o las tapas que encierran páginas
que comenzaron vacías y que ahora están repletas de letras, de palabras; o una
blanca pantalla enrollable en la que reflejar instantes de vida.
Y la ficción de un libro puede ocupar
quinientas páginas, como un caramelo gigante; o los veinticuatro relatos de un
libro pueden ocupar ciento treinta y dos
páginas, como un caramelo pequeño, como una bolita de anís.
Pero, lo esencial, es que el sabor de este
caramelo, a veces dulce, a veces amargo, a veces alegre, a veces triste; se
instale eternamente en un rinconcito de nuestro paladar para, cuando lo
necesitemos, pasar el extremo de la lengua por él y que nuestras papilas
gustativas se recreen de nuevo en sus historias.”
Mis dedos y mi pluma se fusionaron
para agradecer, con mi dedicatoria sobre la segunda página del libro, el cariño
que me demostráis día a día. Fueron unos minutos o fueron unas horas, no lo sé,
todo ocurrió de la forma más natural y armoniosa que nunca hubiese pensado. Y
mientras firmaba vuestros libros, porque cuando un escritor entrega su libro este
pasa a ser parte de la vida del lector, vi, o más bien intuí, que el champán,
el chocolate y los dulces navegaban entre nosotros. Y la felicidad. Sí, una
palabra muy utilizada y que nadie sabe a ciencia cierta su significado. Yo lo
adiviné en vuestras caras y lo sentí en mi interior.
He dejado para el final mi
agradecimiento a la EDITORIAL CÍRCULO ROJO, a sus trabajadores, que tanto han sufrido para intentar, y conseguir,
que las zancadillas que preparaba el azar nunca nos hiciesen caer. Y mi
agradecimiento a Ricardo Dávila, mi anfitrión, al que un inoportuno (para mí y
para los que estaban conmigo) e inaplazable rodaje no le permitió acompañarnos
más que unos momentos. Y mi agradecimiento a Aurora Montero que, desgraciadamente,
a causa de otra de las zancadillas de las que he hablado antes, no pudo
hacernos degustar su arte, aunque sí su presencia.
Y mi enorme agradecimiento a la
presentadora perfecta, a mi amiga Carmina, que con sus palabras, como un mago, esparció
multitud de afables destellos que iluminaron la sala.
“Hace unos meses Lucía me dio el libro
en clase de baile. Empecé a leer en el suelo del vestuario atándome las
zapatillas y no pude parar de leer…”