Un mañana para Alicia se presenta en Aldea del Fresno (Madrid)



PARÍS

Parecían kamikazes. Aguardaban ahí arriba, escondidos, solo se dejaban ver dos. Expectantes. Quietos. Me fijé en ellos. Regresaban a su guarida. Sentado, intenté no perderlos de vista. Me resultaba tan curioso. Allí, sobre el tejado de la última tienda. Creo recordar que era de alquiler de coches. Su pequeña cabeza giraba con ese movimiento rápido, nervioso, característico. Quietos. Los dos. Vigilantes. El chirriante ruido de unas patas metálicas sobre el suelo hizo girar mi cabeza hacia el lado contrario. Un turista —no cabía la menor duda de que no era nativo—, se levantó y arrastró la silla unos instantes, los justos para hacerme desviar la atención. Rodó la maleta que le acompañaba y se dirigió al andén. Mis ojos, por puro instinto, le siguieron. Le siguieron hasta que un gorrión dejó el extremo de su ala sobre mi nariz. Otro, removió mi flequillo. Eran ellos. Sus mínimos cuerpos silbaron en mis oídos. ¿Diez? ¿Veinte? De un momento a otro, Tippi Hedren y Rod Taylor pasarían por delante de mí, huyendo, asustados. Y detrás, más pájaros.
Hitchcock. ¿Verdad?
La voz me llegó de la mesa de al lado. Una mujer de una edad indefinida, pero que aparentaba acumular mucha vida en sus bolsillos, fue la que me habló.
Perdón. Su expresión le delató. Llevo un buen rato aquí sentada y los he observado en todo momento. Es lo que parece, que este sea un nuevo rodaje del maestro Hitchcock. O que ellos también conozcan la película y estén rememorando a sus antepasados. No crea, algo de susto dan. A mí también. En cuanto alguien deja vacía una mesa, los dos cabecillas abren mínimamente el pico y se abalanzan hacia ella. Y detrás, la bandada. El escuadrón oculto. Es una pena, la mayoría de las veces su recompensa es exigua. Unas servilletas arrugadas, un sobrecito de azúcar completamente vacío o un envoltorio de chocolatina a la que ya no le queda ni el perfume.
.            Paró de hablar. Nos quedamos un instante suspendidos sobre nuestras miradas. Yo aún no tenía claro qué sucedía. (...)

Así comienza el relato con el que participo en esta Antología solidaria con Alicia y sus padres, junto a 16 compañeros. Este sábado se presenta en la Comunidad de Madrid y lamento no poder asistir. Espero que en la capital, más adelante, podamos vernos. 

Comentarios

  1. Ays, que dejas con ganitas de ver cómo sigue esta historia... Espero que sea un éxito esta presentación!
    Y una cosita, este diseño es muy atractivo, pero no sé si habrán arreglado bien lo de los comentarios, porque antes no siempre dejaba comentar. Yo siempre he tenido problemas para comentar en blogs con esta plantilla. A lo mejor ya lo han arreglado. Te lo comento por si ves que no tienes tantos comentarios como antes....
    Besotes!!!

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  2. Vale, te he hecho caso, Margari... ¡Siempre al quite! Espero no marearos mucho...
    ¡Gracias y un besazo gordo!

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  3. Es que la mitad de las veces la pestañita de los comentarios no salía. Y claro, imposible comentar. Y mira que el diseño es chulo. Pero mientras no esté seguro que funcione bien.
    Besotes!!!

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  4. Como siempre, un relato que conecta con las fibras más sensibles. De la misma forma que trata de conectar esta maravillosa aventura solidaria, capitaneada por nuestra amiga Julia Zapata. Yo también espero estar presente si se produce esa presentación un poquito más cerca. Muás, hermano.

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  5. Los gorriones no son gaviotas, no son nada agresivos a pesar de la peli de Hitchcock :D Impertinentes y siempre hambrientos, eso sí. ;)
    Despues de este aperitivo parisino, estoy con hambre de más.
    Y con ganas de apoyar esta aventura solidaria ahora, ya este verano no pude. ¡qué pena la hora y el sitio de la presentación! Me pilla lejos y no puedo conducir de noche :((
    Un besote grande, LuísMi.

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  6. Maravillosa iniciativa y, como siempre, un magistral Relato para reflexionar y profundizar.
    Me has hecho recordar que cuando estoy en una Terraza de un bar siempre aprovecho para lanzar alguna miga de pan al primer gorrión o paloma que melodea por el entorno.
    Abrazos.

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